Analizando a Philip

Crítica de Horacio Bernades - Página 12

Nueva y vitriólica visita al Maestro.

El opus tres del flamante joven maravilla del cine indie estadounidense parece inspirado en la primera novela del ciclo Zuckerman de Philip Roth, con su descripción del feroz encuentro entre un engreído escritor en cierne y un autor consagrado, ambos perfectos canallas.

¿Todos los escritores son monstruos narcisistas, que se relacionan con quienes los rodean como cosas a las que se puede tirar a la papelera de reciclaje? ¿O sólo algunos de ellos? En la escena inicial de Analizando a Philip (título para consumo local de Listen Up Philip, “Escuchá, Philip”, en una película en la que no aparece ni media referencia al psicoanálisis), el protagonista se encuentra con una ex novia para, créase o no, NO regalarle su nueva novela. Philip Lewis Friedman cruza media New York (ya su forma de andar por la calle, adelantándose al resto de los peatones con molestia, como si el resto del mundo estuviera compuesto de una manga de imbéciles a los que hay que dejar atrás bufando, revela su personalidad por completo) para esperar a la chica en un bar, reprocharle su llegada tarde, dejarle ver la novela como al descuido, echarle en cara que si por ella fuera él jamás la hubiera escrito e irse. Con ustedes, Philip Lewis Friedman, treinta y pico, dos novelas publicadas y parecería que no son malas. Lo malo es todo lo demás.

Estrenada a fines de 2014, Listen Up Philip es el opus 3 de Alex Ross Perry, flamante wonder boy del cine indie estadounidense, sector Costa Este (Pensilvania, 1984). Admirador entre otros autores de Thomas Pynchon (su ópera prima, Impolex, 2009, estaba inspirada en El arco iris de la gravedad), la energía predominante hasta ahora en el cine de Perry es de carácter entrópico: azarosa, aleatoria, desordenada (aunque su próximo proyecto es ¡una versión con actores de Winnie Pooh!). Catherine, la protagonista de Queen of Earth, película posterior a ésta (2015, vista en el Bafici), está, por ejemplo, mucho más loca que Philip.

Volviendo a Listen Up Philip, después de dejar boquiabierta a su ex (y después también de un maltrato a un discapacitado, digno de algún episodio de “Seinfeld”), el siguiente desplante de Mr. Friedman (Jason Schwartzman, miembro estable de la troupe Wes Anderson y elección inmejorable para el papel) es ir a la editorial que lo publica y avisar que no piensa hacer giras promocionales, ni dar entrevistas, ni ninguna de esas paparruchadas a las que se rebajan los mortales.

La gente de prensa de la editorial, que lo conoce, se intercambia miradas, refrenando seguramente la sarta de insultos que tienen para obsequiarle. En eso están cuando Ian Zimmerman (Jonathan Pryce), leyenda viviente de la novela americana, les hace saber que leyó las novelas del muchacho, le gustaron mucho y quiere conocerlo. Hay que abrir un paréntesis para señalar que otro de los autores favoritos de Perry es Philip Roth, y que el protagonista y alter ego de muchas novelas de Roth se llama Zuckerman, la primera de la cuales se titula La visita al Maestro, donde un joven escritor de futuro promisorio es invitado a pasar una noche en la casa de un autor famoso.

Zuckerman... Zimmerman: demasiado parecidos para ser casualidad. Algún episodio vinculado con el personaje parece inspirado en el libro de memorias en el que Claire Bloom, ex esposa del autor de El lamento de Portnoy, lo escracha: se separaron muy mal. Hasta aquí el chimenterío literario. Philip y Zimmerman se conocen, simpatizan (¿Simpatizan? Ninguno de los dos es de andar mostrando sentimientos positivos por nadie) y Zimmerman, que tiene publicadas una veintena de novelas pero atraviesa una seria crisis creativa, invita a Philip a su casa en las afueras, donde “tiene una chica” que resulta ser una pariente cercanísima. Así es como él y su inminente protégé se relacionan con los seres queridos.

Zimmerman, está claro, es lo que sería Philip si Philip llegara a los 70 y pico, escribiera más de veinte novelas y fuera venerado: la relación entre los dos es egoísmo al cuadrado. Con hombres así, las mujeres son botines de guerra. Para no serlo, a sus mujeres sólo les queda reaccionar con la clase de desprecio que genera el despecho. Como Ashley, la novia más reciente de Philip (la fabulosa Elizabeth Moss, conocida como la secretaria de Don Draper en Mad Men). O salir corriendo, como hace –¡literalmente!– otra ex novia. O tragar veneno y segregarlo en gotas, como la hija de Zimmerman (Krysten Ritter, protagonista de la serie Jessica Jones).

El problema con la película de Perry es que no hay contradicción, ambigüedad o matiz: Philip es un pequeño canalla, Zimmerman un gran canalla, y así lo son desde el comienzo hasta… No, no hasta el final. Por algún extraño motivo, después de haber desparramado vitriolo, en última instancia el realizador ha resuelto acudir a la buena y vieja magia, que todo lo sana súbitamente.

Un relato off omnisciente, literario, deliberadamente ampuloso refuerza lo que cuentan las imágenes. Tampoco parece la mejor decisión. Hay un detalle raro en la película de Perry. Si bien nada hace suponer que transcurra en una época que no sea ésta, ambos escritores no escriben con PCs sino con máquinas de escribir. O bien es parte de su manía (¿pero manía compartida?), o el relato tiene lugar en el siglo pasado, o en un tiempo impreciso que es éste pero no del todo.