Anagramas

Crítica de Ezequiel Obregon - EscribiendoCine

Me quiere, no me quiere

El realizador Santiago Giralt (co-director de Upa! Una película argentina, 2006, y director de Antes del estreno; 2010) aborda con elegancia la fragilidad de los vínculos amorosos en un puñado de treintañeros. Anagramas (2014) se desarrolla alrededor de personajes que oscilan entre el patetismo y un ambiente esnob.

Si hay algo que queda impreso en la memoria del espectador, tras el visionado de Anagramas, son los rostros de un puñado de actores (algunos de ellos, sin demasiada experiencia en el cine; otros, lisa y llanamente sin ninguna) dispuestos a explorar todo el pathos de sus criaturas con desmesura y convicción. Una apuesta que los humaniza, en un contexto en donde la comprensión y la paciencia brillan por su ausencia. Tal vez, esa entrega sea el mayor logro de un film que en sus momentos más intensos los grafica con demasiado cinismo, al punto de ponerlos en ridículo.

Giralt, quien ya había mostrado cierta filiación estética con el cine de John Cassavetes en Antes del estreno, vuelve a transitar un ambiente que, a tono con el blanco y negro con el que realizó su película, luce puro frenesí, un poco a la manera del gran realizador americano. Compuesta por una serie de capítulos, cual novela sentimental, Anagramas recorre las vicisitudes de tres parejas (una gay, formada por un actor y un joven padre recién separado; un matrimonio con tres pequeños hijos; y la pareja de una joven cansada de su novio, un director con ínfulas de gran creador que maltrata a sus actores). Hay búsquedas nocturnas, infidelidad, reproches, niños que producen discursos de notable madurez y, claro, mucho griterío.

A tono con la sensación de ansiedad que define la conducta de los personajes, la película se toma algunas licencias que ponen en jaque la transparencia de la puesta y potencian ese tan contemporáneo malestar. Y no quedan nada mal, como por ejemplo el trabajo sonoro sobre la primera secuencia, en donde la joven que interpreta la siempre sensual Leonora Balcarce se despacha contra su pareja. Se diría que la apuesta de Giralt es sumamente cohesiva pero “juguetona”; no evidencia una única herramienta para transponer este estado en la pantalla, sino múltiples ideas que conviven –aunque suene paradojal- en perfecto equilibrio. Desde la onírica secuencia en un acuario, hasta el montaje disruptivo, hay en Anagramas un espíritu lúdico y grave, literario, por momentos grandilocuente, que transmuta en las actuaciones y no se las lleva puestas. El elenco no tiene fisuras, todos los actores aportan atractivo al relato, pero se destacan las labores de la ya citada Leonora Balcarce, Nicolás Pauls, y una sorprendente Catarina Spinetta.