Anagramas

Crítica de Diego Brodersen - Página 12

Tres historias cruzadas y reversibles

El film hace de su presupuesto ínfimo y estilo de rodaje ultra indie una ventaja, resucitando parte de la estética y la ética de ese santo patrón al cual Giralt –como muchos otros realizadores– adora sin restricciones: John Cassavetes.

A pesar de presentarse en sociedad como el segundo opus del Manifiesto Grupo Acción, los títulos de apertura no dejan lugar a dudas: ocupando los roles de director, guionista, camarógrafo y editor, Anagramas es el quinto largometraje del prolífico Santiago Giralt (tercero en solitario), el realizador de Antes del estreno (2010) y Toda la gente sola (2009) y cabeza rectora detrás de UPA! Una película argentina (2006), de la cual ya se está rodando una suerte de secuela. Dicho lo cual, los actores fueron también los encargados del vestuario, el maquillaje y los peinados y el diseño de arte fue aportado, entre otros, por la artista Catarina Spinetta, a su vez parte del reparto. El film hace de su presupuesto ínfimo y estilo de rodaje ultra indie una ventaja más que una desventaja, resucitando parte de la estética y la ética de ese santo patrón al cual Giralt –como muchos otros realizadores– parece adorar sin restricciones: John Cassavetes.

Tres historias cruzadas, personajes que se entrelazan e intercambian como las letras de un... anagrama: un matrimonio en crisis (¿qué matrimonio no lo está, siempre?) y las infidelidades, una pareja gay y las dificultades para salir del closet de uno de sus integrantes, una mujer y sus insatisfacciones, las superficiales y las profundas. Los deseos, los miedos, la paternidad y la maternidad, la creación artística, fuerzas de invención y también de destrucción. Y un espíritu que, sin abandonar sus intenciones naturalistas, se anima al jugueteo melodramático y la autoconciencia. Película de actores, tal vez uno de los mayores logros de Anagramas radique en saber conjugar las actuaciones de aquellos que podrían definirse como semiprofesionales (la mencionada Catarina Spinetta, hija de Luis Alberto) y los profesionalísimos (Nicolás Pauls, Leonora Balcarce) de manera fresca y casi siempre efectiva. Hay un flanco artificioso que se presenta y desaparece de improviso, como esas escenas de cama comunitaria que remedan un espíritu nuevaolero pasado por el filtro del esnobismo, pero en un relato de gente que parece estar simulando, “actuando” una parte significativa del tiempo, queda librado al juicio del espectador su posible congruencia o impertinencia.

Como en la anterior Antes del estreno hay aquí gente de teatro: un director egocéntrico y bastante maltratador (Nahuel Mutti) y un trío de actores y actrices. Pero si aquel film era implosivo y reconcentrado, Anagramas resulta algo así como su contracara, abriendo el juego y explorando múltiples relatos que, más allá de su correlación y cercanía a veces circunstancial, tiene otro tipo de respiración y un pertrecho de tonalidades más diversas. Lo que Giralt nunca abandona es ese estilo de dirección actoral chillón y algo “histérico”, elección estética como cualquier otra que le suele jugar buenas y malas pasadas. Pero que, en el fondo, podría no ser otra cosa que una crítica amorosa y sin juzgamientos al mundo de los histriones arriba y debajo de las tablas, dentro y fuera de cuadro.