Amour

Crítica de Vicky Vázquez - Cine & Medios

El amor en los tiempos de la decadencia

El director y guionista Michael Haneke se propone narrar una particular historia de amor. Particular no tanto por sus características, sino por la etapa de una relación que quiere mostrar: la final, la vejez. Como si quisiera responder la pregunta sobre qué hay después del “y fueron felices para siempre”, Haneke elige una pareja de músicos jubilados, que rondan los ochenta años y a pesar de todo tienen una vida muy activa, hasta que la edad toca a la puerta, ella se enferma, y él debe cuidarla y acompañarla.
La trama es muy lineal, no da lugar a matices, y en realidad también se sabe el desenlace, adelantado en la primera escena. En algo que expresado en otro formato sería como un diario de la convalecencia, lo que Haneke explora es cómo se llega a ese momento. El deterioro físico de la paciente, y el deterioro mental de su cuidador, las decisiones que él debe tomar, la relación con la hija de ambos y con su vida anterior al problema.
El filme es claustrofóbico, podría perfectamente ser una obra de teatro, ya que, excepto en una de las primeras escenas, la acción no sale del departamento de este matrimonio. Eso ayuda a transmitir el encierro que Anne va sufriendo en su propio cuerpo, y Georges en su propia mente.
La película sería inconcebible sin las enormes actuaciones de Emanuelle Riva (Anne) y Jean-Louis Trintignant (Georges), secundados por Isabelle Huppert, que sostienen absolutamente toda la historia. Haneke parece regocijarse por momentos en cómo la decrepitud puede consumir a quien hasta no hace tanto era un ser humano independiente y completo, y su fin es mostrar la vejez con suma crudeza.
No hay mucho juego de cámaras ni de técnica en general, la cámara es apenas una testigo de esta evolución de la enfermedad. "Amour" es un filme de actuaciones, sin diálogos brillantes, sin romance, sin idealizaciones, apenas eso que queda de una relación feliz de muchos años a la hora de encarar la despedida de la vida.