Amour

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Con ánimo de amar

Lo primero que se debe mencionar de esta realización de Michael Haneke, el mismo de “La Cinta Blanca” (2010) y “Cache, escondido” (2005), es que realmente resulta imprescindible verla, y simultáneamente, casi como un mal chiste, se puede decir que no es necesario.
Comenzando a justificar lo último, pues es un filme que enfrenta desde la primera imagen al espectador a sostener un nivel de angustia impuesto desde la pantalla que en ningún momento intenta aliviar.
No lo hace pues el tema que construye al texto fílmico, pide eso. Trata sobre el amor de una pareja octogenaria, pero al mismo tiempo sobre el deterioro de los individuos que la conforman.
En esa primera escena-secuencia el director nos informa de la muerte de Anne (Emmanuelle Riva). Los bomberos irrumpen en un departamento. En el dormitorio yace el cuerpo sin vida de la mujer. El encargado del edificio habla con los bomberos del marido. Eso abre interrogantes y exacerba su ausencia. ¿Dónde está? ¿Qué paso con él?
A partir de ese momento, y constituido por un gran flash back, nos narran los últimos tiempos de la pareja.
Promovido por un episodio de Accidente Isquémico Transitorio (AIT), Anne entrara en un continuo deterioro neurovegetativo, con repetición de pequeños accidentes de la misma naturaleza. Esta enfermedad no es terminal, el paciente puede vivir muchos años, pero es progresiva, irreversible, produciendo paralelamente lo mismo en el ánimo de las personas que rodean al paciente.
Pero esa primera aparición de los síntomas, durante un desayuno, es utilizado por el realizador para determinar el nivel de la relación amorosa entre ambos. Anne queda como en estado de ausencia, no responde a los estímulos visuales ni sonoros, muy similar a un ataque de Petit Mal Epiléptico, mientras Georges (Jean Louis Trintignant) se asusta, trata primero de socorrerla, luego, dándose cuenta de su inoperancia, ira en busca de ayuda. Es en ese momento en que Anne retorna a un estado de conciencia sin darse cuenta de lo sucedido, pero preocupada por él, pues Georges olvidó cerrar el grifo de agua, olvidos muy comunes en los preludios de la Demencia Senil.
Todo lo relatado transcurrirá dentro de un mismo lugar, salvo una escena en el que la pareja concurre al concierto de un ex alumno de ella. Todo se sitúa allí, en un departamento característico de la clase alta francesa, en este caso tanto en lo económico como en lo cultural. Ella pianista clásica, a él, sin muchos detalles, lo presentan como artista plástico, por lo cual el espacio físico donde se desarrollan las acciones cobra la fuerza de un personaje.
Es a Anne a quien le suceden las cosas. Vamos siguiendo el gradual detrimento de una mujer amada y que supo amar, pero lo interesante es que el personaje actuante, aquel que promueve las acciones, es George. Si a Anne le sucede, es George acciona.
El filme nos muestra la enfermedad y las consecuencias, tanto físicas como psíquicas, que se van produciendo en la mujer, y al mismo tiempo instala, como lo importante, el deterioro emocional y sus consecuencias en George, de ir viendo como muy lentamente ese no “tan oscuro objeto de deseo”, o sea su compañera de casi toda la vida, va desapareciendo sin casi dejar huella ni rastro de lo que fue, dejando sólo aquello que ella misma, en los pequeños momentos de lucidez pide, un poco de dignidad.
Anne no quiere que nadie la vea en ese estado, sabe que no hay retorno, y prefiere que la recuerden sentada frente al piano, tocando obras de Franz Schubert. Ya que nombramos al gran compositor vienés digamos que no debe ser casual que la poca música que se escucha es netamente diegetica, en el sentido amplio del término. Por un lado, cada vez que la banda de sonido se impregna de música el espectador sabe o ve la fuente emisora de la misma, por otro, Schubert es considerado el primer romántico de la historia de la música, (el filme se titula “Amour”, recordemos), creador de infinidad de piezas musicales, lieders (canciones) sonatas, operas, etc.
Esto es sólo una interpretación personal, pero, si se dice que en el cine nada es casual, no creo que sea aleatorio que Haneke haya elegido a ese músico, que sólo vivió 31 años, para contarnos una historia de octogenarios, y siendo una de las obras más conocida del autor la sinfonía Nº 8 “La inconclusa”.
Quien esta todo el tiempo escuchando es George, no sólo viejas grabaciones realizadas por su amor, sino que esto lo transporta a recuerdos imborrables, al mismo tiempo que ve y escucha el sufrimiento de ella.
Sobre él se carga todo el peso emocional de la realización. El espectador se va identificando paulatinamente con sus cambios de estados de ánimo, en una gran actuación de ambos protagonistas, acompañados por la inmensa Isabelle Huppert, quien cada día que pasa parece estar más bella, dándole carnadura de Eva, la hija de la pareja, que no sabe como actuar en relación a la vejez de sus padres.
Al principio de la nota mencione esta cuestión de la crudeza que el director alemán eligió para relatarnos la historia, esto se debe a que en ningún pasaje trata de edulcorarnos nada, ni desde lo estético, utilizando siempre planos enteros, generales, algún que otro primer plano largo, a veces muy estáticos, donde las cosas suceden dentro del encuadre. No hay en toda la obra un plano detalle, todo es mostrado, nada cercenado. Por momentos pareciera ser casi una cámara testigo, tal la escena del baño de Anne, contando con una iluminación y fotografía acorde a la estética buscada, esto es respondiendo a un realismo extremo.
Tampoco se notas intenciones de sensibilizar al espectador con diálogos amorosos, melosos, al contrario, son realistas, cotidianos, coloquiales, y sirven para ir construyendo personajes creíbles, naturales, comunes, gente como uno, normales.
Los cambios continuos de esa relación, ella mostrando la tragedia irreparable y él modificando el trato que le propensa a ella, van de la extrema delicadeza a momentos de intolerancia por impotencia.
El titulo de la nota hace referencia a una película de Wong Kar Way, uno de los más importantes realizadores de la actualidad, en la que hay dos personajes que no se dan permiso para corporizar el amor que sienten uno por el otro. En la que me ocupa, por el contrario, ese amor que se profesan no les cabe en esos cuerpos.
Por supuesto que siendo quien es el director, y a través de casi toda su filmografía, en esta realización hay de soslayo, y pareciera en realidad que ese es una de sus máximas preocupaciones, una fuerte crítica a la sociedad actual, al deterioro de la cultura y la perdida de los valores, que en este caso no desarrolla en demasía, pero no pierde la oportunidad para mostrarlo.
Que esta producción esté nominada en cinco categorías a los premios Oscar, incluyendo mejor película y mejor película extranjera, y haya obtenido innumerables premios internacionales, entre ellos el de mejor filme en el festival de Cannes, no le agrega demasiado, pues ella habla por sí misma.
Oscar Wilde, en una de sus obras más famosas, dice que “la naturaleza imita al arte”, frase bien recordada por todos, pero antes, en el mismo texto, afirma que “la vida imita al arte”.
Este filme juzgaría correcto esta última aseveración, corroborando al escritor irlandés. (*) Realización del 2000, dirigida por Wong Kar Way