Amour

Crítica de Emilio A. Bellon - Rosario 12

Esa preciosura que construyó Haneke

"Amour" presenta un retrato de caracteres desde una situación límite, en ese recortado universo familiar en el que sólo en contados momentos una tercera figura estará presente. Se subraya esa imposibilidad de acercamiento ante el dolor del que sufre.

En la noche del 24 de febrero, en esa misma noche en la que se celebraba una nueva entrega de los tan codiciados, para algunos, premios Oscars, una señora actriz de larga y más que reconocida trayectoria, de origen francés, aguardaba silenciosa y paciente, junto a su ser querido, en un lugar casi perdido de la platea, al que la cámara sólo se dirigió muy pocas veces. Ese día ella cumplía sus ochenta y seis años. Y desde fines de los años cincuenta, particularmente desde aquel film que realizara junto a ese nombre cumbre que es Alain Resnais, "Hiroshima, mon amour", con guión de Marguerite Duras, comenzaría a filmar con prestigiosos realizadores de la talla de Jean Pierre Melville, André Cayatte, Bertrand Blier, Marco Bellocchio, entre otros, hasta llegar en los 90 a ser la madre del personaje que interpretaba Juliette Binoche en "Bleu" de K. Kieslowski, primera parte de una fascinante trilogía. De manera simultánea, ella, Emmanuelle Riva, igualmente escritora, particularmente en el campo de la poesía, es considerada una actriz relevante en el espacio de la escena teatral francesa.

Con cinco nominaciones al Oscar, entre ellas "mejor actriz" (ignoro el por qué del no haber considerado en un mismo pie de igualdad a Jean Louis Trintignant), llegó a los umbrales de la Academia. Ya "Amour", film que se acerca a ese momento de la vida, la senectud, al que el cine de Hollywood de hoy tanto le teme y le dispara, había merecido varios reconocimientos, entre ellos, la "Palma de Oro" en Cannes 2012. Y a posteriori, tanto el film, el director (pensemos en "Caché", "La cinta blanca") como sus actores fueron premiados en diferentes festivales internacionales.

Pero esa noche, la noche en la que la actriz Emmanuelle Riva cumplía 86 años, "Amour" fue distinguida con una sola estatuilla: "mejor film extranjero". Y el Oscar a la mejor actriz le cupo a esa joven de voz chirriante que grita y alardea su supuesto e inverosomíl malestar de una no creíble historia de alteraciones emocionales con final facilista y conciliador (por lo menos, así yo lo creo,) que entiendo es "El lado luminoso de la vida"; este film de fórmulas adocenadas de David O. Russell, con Jennifer Lawrence (la chica premiada de esta entrega), Bradley Cooper y los nominados Robert de Niro y Jacki Weaver.

Si bien "Amour" nos hace ingresar en el relato de manera violenta, por la manera en la que llegamos a conocer el interior del departamento escenario casi protagónico de la historia, su modo de aproximación a sus personajes, Anne y George, ya veteranos, ligados y unidos por la música, por su historia como profesores, por las horas de lectura compartidas, narraciones de historias de antaños y algunas ocasionales asistencias a conciertos, se va planteando desde una mirada deslizante que evita toda irrupción que perturbe ese mundo creado desde los sobrentendidos y silencios, desde los primeros gemidos de dolor que despiertan a partir de la enfermedad de ella, un infarto cerebral.

Es a partir de este momento que "Amour" establece un vínculo recíproco de miradas piadosas entre el protagonista, Georges, movido por el desconcierto, la angustia, la impotencia y nosotros, en tanto espectadores...mediando un distanciamiento que permite reconocer una velada luz que protege lo más íntimo de ellos, manteniendo ese serena temporalidad que nos lleva a reflexionar sobre la intensidad del dolor de los otros que ciertamente, nos alcanza.

Como film de cámara, que se escenifica en un espacio limitado, como los Improptus de Schubert que van derivando la misma acción dramática en el devenir cotidiano, "Amour" presenta un retrato de caracteres desde una situación límite, en ese recortado universo familiar en el que sólo en contados momentos una tercera figura, Eva, estará presente; atenta siempre a cuestiones de orden pragmático y con el calendario y agenda fijados por sus giras como concertista. Como en los films de Ingmar Bergman, aquí se subraya esa imposibilidad de acercamiento ante el dolor del ser que sufre, ese no poder rozar la mano de quien la extiende, ese temer ese mismo contacto. Y al mismo tiempo, como en la sublime y conceptual filmografía del realizador sueco, que nos interpela sobre la existencia misma, aquí en "Amour", como lo explicitaba iconográficamente en "Gritos y Susurros", hay una luminosa y dolorosa reflexión sobre la Piedad.

Son los amables y solícitos porteros, y algún alumno de entonces, las enferemeras (desiguales en su trato), los que visitan a Anne y George. Y en ese lento y agónico sucederse de los días, en los que alguna fantasmal pesadilla habitada por pasadizos solitarios salga al encuentro, las dulces melodías y baladas infantiles ("Sobre el puente de Avignon...) serán reemplazadas por sufrientes ayes que irán en crescendo... La desnudez del cuerpo de Anne mostrará no sólo sus arrugas, sino sus fisuras por el dolor, su dificultad para desplazarse. Y el mismo tambalearse de George volverá inestable, pero al mismo tiempo sereno, el encuadre.

El rigor y la austeridad, la ausencia de música atmósferica, alejan al film de un golpeante efecto de un cierto tipo de melodrama. Y en cambio elevan aquí las notas más altas, las más trágicas por ser asordinadas, del melodrama en manos de los grandes maestros; entre los cuales Bergman proyecta su obra, como legado. Y "Amour", es al mismo tiempo, el film más personal de su realizador, ya que el mismo fue rodado en la misma casa en la que habían vivido sus padres.

Y en ese departamento, en el que George desde su más profunda devoción asistirá a su amada Anne, desde el momento en que tiene lugar ese primer ataque cerebral, seis obras pictóricas mostradas sucesivamente van marcando progresivamente ese pasaje de la luz a la oscuridad que vivirán sus protagonistas. Y allí en el límite y más allá de él; y en ese intento de reafirmar ese amor y prolongarlo...Haneke nos plantea varias vueltas, numerosos virajes a partir de una decisión que igualmente, en algunos espectadores evocarán momentos de films que no han sido menos polémicos que este, tales como "Las Invasiones Bárbaras" de Denys Arcand, "Baile de ilusiones" de Sidney Pollack, sobre la novela "Acaso no matan a los caballos?" de Horace Mc Coy; "Mar adentro" de Alejandro Amenábar, entre otros.