Amores infieles

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

A Paul Haggis le gusta generar un tipo de películas corales, con la clara premisa que anteriormente ha obtenido buenos resultados. Cuando en el año 2004 ganó el Oscar a la mejor película por “Crash”, comenzó a forjar una carrera basada en el complejo tejido de historias paralelas en sus filmes.
Este tipo de películas es algo que lo caracteriza y que reitera en “Amores infieles” (Bélgica/ Estados Unidos/Francia/Gran Bretaña/Alemania, 2013), con la narración sobre un escritor en retirada (Liam Neeson), que aun sabiendo que está en las últimas opciones para remontar su carrera se ve inmerso en un triángulo amoroso del que no puede, y no quiere, escapar, además de estar a miles de kilómetros de su mujer (Kim Basinger) dejándose seducir por una joven aspirante a novelista (Olivia Wilde).
Revisando el último bosquejo de su novela, la acción se detendrá cuando el director presente otras historias, complejas, actuales, relacionadas a vínculos casuales y complicados, en el medio de París, Roma y Nueva York, los tres puntos neurálgicos escogidos para desarrollar las historias paralelas al protagonista.
Estas historias de amor y desamor, la de una joven mujer (Mila Kunis) que lucha por recuperar la tenencia de su hijo, otra sobre los intentos desesperado por parte de una mujer (Moran Atias) para ver a su a su hija luego de dos años, y por último, una exitosa abogada (María Bello) que está a la deriva sentimental esperando el contacto de su ex marido que está a varios kilómetros de distancia, son el trasfondo que complejizan el relato.
Entre todos un halo de misterio hará que cada historia tenga que ver con la otra, sin saber el aparente motivo de esta conexión, o suposición de tal. Lo interesante de la propuesta de Haggis es poder narrar en paralelo las historias aun corriendo el riesgo de que algunas de ellas interesen más que otras.
Las sólidas actuaciones de los protagonistas, con un elenco que además incluye a James Franco, Adrien Brody y Kim Basinger, conforman el gran apoyo necesario para un guión con algunos blancos, quizás enfocado más que nada en una sorpresa final que terminará por sacar aclarar la historia y sus múltples relatos.
Haggis maneja la cámara con un minimalismo que sólo por algunas escenas en común relacionadas al posicionamiento de la acción en el contexto en el que las enmarca, nada hace pensar en algo más allá de la historia.
Hay sí un trabajo muy interesante en la puesta que está relacionada con el montaje paralelo, que refuerza la acción y el dejar indicios, contrastando a cada uno de los protagonistas por ejemplo al ejemplo cerrar una puerta o vistiéndose.
Con ese artificio Haggis quiere demostrar la universalidad de cada una de las historias, más allá de las particularidades que puedan aparecer, reforzando también el interés por cada historia particular.
Es que al finalizar “Amores Infieles” uno repiensa lo visto y comprende que cada una de las subtramas, individualmente, quizás no funcionarían por sí mismas, porque es dentro del todo de la propuesta que interpelan al espectador, pidiéndole su constante atención y que a lo largo de su trama (sobran muchos minutos) intenta fortalecerse a través de sembrar sospechas sobre lo que sucede finalmente al concluir la proyección.