Amores infieles

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

Sobre las pérdidas irreparables
Un elenco de figuras potentes protagoniza Amores infieles, la película de Paul Haggis, con guion coral ambientado en tres ciudades diferentes.

Los primeros minutos de Amores infieles, la película de Paul Haggis, plantean varios conflictos de pareja en simultáneo, signados por la tristeza y en tres ciudades diferentes. La imagen omnipresente de Liam Neeson, en el rol del escritor que ganó un Pulitzer y no logra crear una novela acorde con el prestigio alcanzado, marca la narración. Interpretada por figuras conocidas, fotogénicas y bien elegidas para los roles, la comedia romántica coral transita por varias cuerdas emotivas, con resultado desparejo.

El cliché del escritor enredado en la ficción que intenta crear, confunde al espectador que debe enfocar los conflictos en el rompecabezas de escenas y planos.

El título original, Third Person, ha sido reducido a una simplificación que también confunde. Los triángulos que ofrece Haggis son complejos, con el denominador común de la pérdida y la culpa, sentimientos que van apareciendo cuando el coro acomoda los relatos.

Michael (Neeson) trabaja encerrado en un hotel en París cuando llega su pareja actual, Anna, tan inestable y caprichosa como él. Olivia Wilde pone sensualidad en el rol de la discípula del escritor consagrado. Comparten secretos que el espectador descubre a lo largo de la película. Eleanor (Kim Basinger) habla con Michael y la sensación es de derrumbe emocional.

El estadounidense Scott (Adrian Brody) soporta el calor de Roma, molesto porque nadie habla inglés como él. Escucha los mensajes del celular una y otra vez, con la mirada perdida. Se encuentra con Monika, la gitana, (Moran Atias) que entra al bar y le cambia la vida. Más secretos y pérdidas que develar.

Julia (Mila Kunis) corre por Nueva York, con aspecto desquiciado, intentando permanecer en algún trabajo que le devuelva la confianza de Rick, su exmarido (James Franco). Su abogada (María Bello) tiene una paciencia infinita. En el medio, entre los ángulos de tríos incompatibles, hay historias dolorosas que involucran a niños. La culpa nubla la mirada de los personajes.

Amores infieles acierta con el casting pero las vidas cruzadas no están descriptas por un guion sólido. Intenta ser profundo pero cuesta salvar la confusión inicial, complejidad que suena pretenciosa.

Los actores exponen sus mejores perfiles dramáticos, los enigmas y su relación con hechos irremediables, pecados de omisión, acciones miserables y pérdidas irreparables.

La línea argumental sobre los hijos y el modo como la vida se cobra las prioridades equivocadas hacen de Amores infieles una película dramática, sostenida por clichés y la fotografía que registra, sin detenerse, las calles por donde los personajes pasean sus problemas. Los íconos de Roma o París ubican al espectador espacialmente, una decisión que el guion no termina de justificar. A la salida egoísta, por vía del arte, que elige Michael (Neeson con gesto demasiado sombrío), se suman en el coro, la reparación a medias de Scott (Brody siempre con resto frente a la cámara) y el drama irreversible de Julia, con Mila Kunis poderosa para el melodrama y las lágrimas vivas.Amores infieles puede verse en el Cine Arte Córdoba (27 de Abril 275) y por Netflix.