Amores de diván

Crítica de Adolfo C. Martinez - La Nación

Un psiquiatra que cae en su propio fallido

Amores de diván es una amable comedia romántica

Conquistador impenitente, Frantisek es un psiquiatra que parece tenerlo todo: una casa confortable, una esposa que le soporta estoicamente todas sus infidelidades y un promisorio futuro en su profesión. Pero este hombre siempre dispuesto a sumar una nueva mujer a su colección se ve, de pronto, traicionado por una de sus amantes quien, en venganza, comienza a destruir su carrera y su vida. Así, este hombre tiene que empezar desde cero al perder su trabajo, a su esposa, cansada de soportar sus engaños, y, además, se queda sin lugar para vivir. Su último refugio es buscar el consuelo (y una habitación) en la casa de su madre, que lo mima y lo soporta en esos momentos de angustia, y desde allí comenzar a reconstruir su vida.

La historia, dirigida con habilidad por el debutante Jan Prusinovsky, se centra en los personajes como el protagonista, capaces de dañar a los demás sin mirar atrás . Es, también, una atenta mirada acerca de lo que es comprometerse y de los sufrimientos que acarrean algunas rupturas. El relato se apoya en un simpático tono de comedia que permite a estas aventuras y desventuras de su protagonista mirarlas con cordialidad y ser apoyadas en típicos gags que le dan a la historia un sello atractivo y una buena dosis de entretenimiento.

El realizador no necesitó de la comicidad extrema para desarrollar este tema, y así Amores de diván queda como una acabada muestra de lo que puede dar la cinematografía checa, tan ausente de las pantallas locales. El elenco es otro de los buenos sostenes de la trama, mientras que la fotografía y la música sirvieron de sólido apoyo a este entramado que recorre todo su camino dentro de un sarcástico humor.