Amor urgente

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Los apuros de la inocencia

Existe algo indefinido y algo muy palpable en el segundo opus de Diego Lublinsky, Amor urgente. En primer lugar, el tiempo en que transcurre esta historia de despertar sexual adolescente en un pueblo de 10.000 habitantes transmite cierta anacronía pero el conjunto de elementos en la puesta en escena como por ejemplo un televisor con doble antena sintonizadora o la ausencia de celulares, computadoras, redes sociales y la alusión a la palabra “asalto” no desde su connotación delictiva sino festiva ayudan a insertarse en un universo propio y definido.

En ese pequeño universo, los planetas son Agustina (Paula Hertzog) y Pedro (Martin Corvini). Ella recién llegada con su madre Irene (Paola Barrientos) para instalarse en un lugar muy distante a su concepto de ciudad, y él oriundo de ese pequeño pueblo llamado Resignación, con enormes ganas de ganarse su amor. Entre el aula y las charlas con pares sobrevuela la idea del debut sexual. Las chicas, amigas de Agustina, alardean hazañas cuando la protagonista aún no ha encontrado el momento y la persona adecuada para que esa urgencia del despertar sexual encuentre correspondencia.

Para salir de la anécdota, el director Diego Lublinsky trabaja meticulosamente sobre los fondos en la imagen, hace de la falsedad de la retroproyección todo un espacio novedoso para clausurar cualquier atisbo de realismo en su película. Tal vez fiel al estilo ya visto en su opera prima Hortensia, dispositivo similar en relación al humor y al coqueteo con situaciones absurdas, que en el caso particular de Amor urgente no llegan a convertirse en ridículo pero sí habilitan el humor asordinado por el tono apagado en el que se desarrollan.

Como retrato de una etapa y época por la que todos pasamos, Amor urgente resulta ilustrativa y evoca esos tiempos de prisas por el deseo y sin prisas por el futuro.