Amor urgente

Crítica de Matias Seoane - Alta Peli

Deseo propio y expectativa ajena

Al pueblito atemporal oportunamente bautizado Resignación, regresa después de muchos años una madre soltera que supo tener aspiraciones de modelo, llevando consigo a su hija adolescente. Agustina se parece poco a su extrovertida madre, pero -aunque no deja de sentirse fuera de lugar- con el pasar de los días va vinculándose de a poco con sus compañeras de curso, a quienes escucha alardear incómoda sobre sus experiencias sexuales.

En otro aula de la misma escuela asiste Pedro: también se siente ajeno a todo su entorno por estar rodeado de una familia hipnotizada frente a la  televisión y apenas un amigo que le tolera su extrema timidez. O al menos eso parece a simple vista, porque cuando posa su mirada sobre Agustina por primera vez quedando encandilado al instante, será más su torpeza e inexperiencia y no tanto la timidez lo que se interponga en su determinación de acercarse a ella.

Sobrellevando como pueden la presión social de un entorno que les reclama una actitud mucho más desesperada ante el sexo, la joven pareja sigue su propio camino de descubrimientos sobre todo lo que implica una relación de pareja.

Modulá, Pedro

La comedia romántica, y particularmente el segmento adolescente, es un género donde no suele haber mucho margen para salirse del manual y experimentar con historias o formas de narrar diferentes. Claramente no es el caso de Diego Lublinsky, quien durante su breve filmografía no hizo otra cosa que empujar los límites de un género que ya rara vez propone algo original. Lo primero que salta a la vista en el caso de Amor Urgente es el recurso de grabar utilizando fondos retroproyectados, algo que por suerte no se queda en una cuestión efectista sino que es una herramienta narrativa más, utilizada para establecer un clima entre atemporal y onírico que se funde de forma orgánica con la historia contada.

Una vez que nos acostumbramos a la extrañeza visual, algo que no lleva más que un par de escenas, la narración y sus personajes se convierten en lo importante. Contradictoriamente, todo lo urgente del título se traduce en el ritmo cansino de Resignación y los miedos adolescentes que le ponen el freno de mano a los deseos. Presenta a sus protagonistas como seres sensibles intentando balancear las presiones recibidas del afuera con sus propios deseos y perspectivas, mostrándose superados para no sentirse dejados atrás, pero demasiado ocupados en sostener sus fachadas como para ver a través de las de los demás.

Al mismo tiempo es ese arranque lento lo que le juega un poco en contra, junto con algunas actuaciones y diálogos no tan destacables que cortan la inmersión. Si entendemos que esa desesperación es parte de la propuesta, se hace hasta disfrutable ese humor incómodo del que ya hizo alarde antes el director, forzándonos a reconocernos en versiones algo caricaturizados de esa época en que teníamos todas las respuestas. 

O al menos eso le queríamos hacer creer al resto.