Amor sin límites

Crítica de Rocío González - Leedor.com

Neil Jordan logra unificar con este film elementos que ya había explorado en sus anteriores trabajos (Entrevista con el vampiro y El juego de las lágrimas). Por un lado, nos encontramos con un relato de amor imposible. Algo que se insinúa pero nunca se muestra hasta el final hace que los amantes no puedan estar completamente juntos. Por el otro lado, Jordan retoma los relatos fantásticos al centrar su película en una leyenda nórdica: las selkies.

Annie, la hija discapacitada de Syracuse (Colin Farrell) está convencida de que la mujer que su padre sacó del agua inconsciente, Ondine (Alicja Bachleda), es una mujer-foca, según la mitología nórdica. Varios indicios como la falta de memoria, el hecho de que atrae con su canto a los peces, que se siente más cómoda en el agua que en la tierra, y que se esconde de los hombres del pueblo, hacen que como espectadores creamos en parte este relato fantástico que propone el director. Nos identificamos con la mirada de la niña y leemos estos signos como la posibilidad de algo mágico en un universo crudamente real (la niña con fallas renales, el padre es un pescador pobre y alcohólico, igual que su ex esposa)

Jordan trabaja desde la ambigüedad, que es fundamental para los relatos míticos. Sin embargo, esta vaguedad no se mantendrá hasta al final, lo cual es una pena, porque allí radicaba la fuerza de esta historia de amor. Finalmente lo real hace añicos la fantasía: lo mágico no puede cohabitar donde el pensamiento racional trata de dar una explicación que cierre de manera perfecta. La propuesta inicial de que ambos mundos coexistan, queda anulada al oponer ‘bandos’: la explicación racional y más cruda es la que se dan los adultos, y la mítica queda como el punto de vista de la niña. Esta división tan binaria pulveriza la posibilidad de un final más abierto e incierto.

En cuanto a los aciertos, el director irlandés sitúa el relato en su tierra natal, logrando un ritmo único, ya sea por la musicalidad de las palabras de los actores, ya sea por ese paisaje inhóspito y a la vez encantador, ya sea por la banda de sonido de Kjartan Sveinsson y el tema de la banda irlandesa Sigur Rós, “Takk”.

Lejos de Hollywood, se toma su tiempo para presentar a los personajes, mostrando su parte más humana y también más bestial. En este sentido, el mito de una mujer-animal, es por un lado, una bella metáfora acerca de la dualidad humana y por el otro, una apuesta a la creencia de que cosas fantásticas pueden suceder en lugares y seres olvidados de la mano de Dios.