Amor sin límites

Crítica de Cecilia Martinez - A Sala Llena

Horror sin Límites

Érase una vez una joven muy muy linda que queda atrapada en las redes de un pescador muy muy sucio quien cree que la joven es una sirena o una foca; ambos se enamoran, entablan una relación, hasta que, un extraño y maléfico hombre comienza a perseguir a la damisela y ahí el pescador muy muy sucio descubre que la sirenita era en realidad una joven traficante de drogas rumana que escapaba de la ley. Igual la perdona, se casan y viven felices. Y colorín colorado, esta interesantísima historia se ha terminado.

Con esta película me ocurrió lo que pocas veces me había ocurrido en mi vida: estuve a punto de levantarme e irme en la mitad. Pero, con el afán de disponer de más material para propinar una adecuada destrucción retórica, opté por torturar a mi cerebro el tiempo que fuese necesario y asistir a esa regurgitación cinematográfica hasta el final.

Ondine es una especie de enmascaramiento de otra cosa. Es como una suerte de película para niños, con un guión paupérrimo -por ser extremadamente suave- y con un giro de tuerca final que resulta una tomada de pelo. Todo es un pretexto para mostrar dos cosas: a la chica/sirena/dealer en ropa interior, con actitud exasperantemente naif y aniñada, mientras seduce a Colin Farrel, y los paisajes de Irlanda. Muy linda fotografía, eso sí. El resto, puro humo. Es una historia torpe, tonta, aburrida, con actuaciones malas, pobretonas y carentes de cualquier tipo de emoción. Lo de Colin Farrell es tremendo. No es que este actor no haya tenido desaciertos garrafales en su filmografía (recordemos Alejandro Magno, El Nuevo Mundo, Daredevil), pero en esta película se va al pasto como nunca antes, derrapa por completo. Primero (y esto no es un tema que lo incumba directamente pero igual lo menciono acá), todos estamos de acuerdo con que los pescadores son sucios pero Colin en esta película te da un soberano asco, unas ganas de vomitar increíbles; parece que en su vida vio otro agua que no fuera el del mar en el que pesca. Así y todo, logra conquistar a esa princesita frágil, hermosa e impoluta. Segundo, estamos en Irlanda, en Cork, en un pueblo de pescadores; todo bien Colin pero, ¿es necesario tener un acento tan exageradamente forzado e incomprensible incluso para los propios irlandeses?

Me resulta curioso que Neil Jordan, director de grandes películas como El Juego de las Lágrimas y Entrevista con el Vampiro, haya sido el responsable de semejante guión y de semejante película. No solo el guión es torpe y descuidado, con baches y situaciones traídas de los pelos y forzadas, las actuaciones no ayudan en absoluto a dar algo de coherencia y atractivo a esta historia.

Como dijo mi colega Rodolfo arriba, el actor fetiche de este director es Stephen Rea y, en esta película, es el único que se luce un poquito, aportando cierta cuota de humor a la historia. De todas formas, me resulta triste que buenos actores formen parte de películas tan patéticas. Para mí, es como el principio de la pendiente cuesta abajo, el principio del final de una carrera digna.

La hija de Colin Farrell, una nena que va a los chapasos de acá para allá por toda la isla en su silla de ruedas, es un ser precoz, con una percepción y una sensibilidad superior a la de los adultos (y sí, los adultos son una manga de incompetentes e incapaces), y para que no nos queden dudas de ello, nos refriegan de manera iterativa lo inteligente que es. ¿Por qué será que algunas películas nos tratan como idiotas mentales y repiten hasta el hartazgo cosas obvias y redundantes? Cuando se abusa de un recurso para mostrar algo se cae en el ridículo, en el extrañamiento, y eso ocurre con la actuación de esta nena, que termina por fastidiar y generar el efecto contrario al deseado. Y el hecho de que repitiera constantemente “curioser and curioser” (porque es muy viva y leyó “Alicia en el País de las Maravillas”) me puso muy nerviosa.

Ondine, la chica que da nombre a la película, canta lindo (es una cantante polaca en la vida real), al estilo Enya, y así atrae a los peces, y tiene una belleza realmente increíble. Pero solo está ahí para eso, para que la observemos y nos deleitemos ante su belleza. A pesar de esta cualidad singular, no logra ni un ápice de química, piel o erotismo con Colin, que en esta película parece estar en piloto automático, totalmente inmutable, preocupado más por lograr el dialecto de Cork que por brindar una actuación mínimamente digna. Increíble viniendo del actor que encarnó una de las historias de amor más eróticas e intensas de la historia del cine en Miami Vice junto a Li Gong.

Eso si, el lugar es hermoso y la fotografía se encarga de capturarlo, con largos planos generales del océano y de la geografía verde y campestre.

En lo que hace a la historia, uno se queda con la sensación de haber visto una película que empieza como una especie de cuento de hadas, con un elemento sobrenatural, que de golpe y porrazo, sin verlo venir y de prepo, deviene en una especie de policial mediocre con un final feliz paupérrimo, romanticón y barato.