Amor sin escalas

Crítica de A. Degrossi - Cine & Medios

Con elegancia

La secuencia de títulos iniciales nos presenta un filme muy del estilo de aquellas comedias románticas de finales de la década del 50 y comienzos del 60, las que tenían por protagonistas a estrellas como Doris Day o Cary Grant, artistas siempre ligados a las comedias sofisticadas y con estilo.
"Amor sin Escalas" es ese tipo de filme, hecho casi a la medida de un George Clooney quien desde hace tiempo es considerado, por algunos, como el nuevo Grant y que aquí se luce en su mejor forma.
Clooney es Ryan Bingham, un hombre que tiene el difícil negocio de tomar a gente frágil y dejarla a la deriva. Dicho sin eufemismos, se encarga de comunicarle a las personas que están despedidas. Esa labor le impone estar todo el tiempo de viaje; combinaciones aéreas constantes y vida de hotel. Pero eso que muchos detestan, a él le encanta.
Goza cada vez que pasan sus tarjetas de viajero vip y lo tratan como si fuera un príncipe, tener privilegios de viajero más que frecuente y no estar atado a nada. De hecho, dedica parte de su tiempo a dar conferencias en las que recomienda deshacerse de todo aquello que nos ata en la vida.
Pero -por el bien de la trama debe haber un pero- entre viaje y viaje el frío Ryan encontrará a una mujer, casi su copia fiel pero en femenino, y todo lo que consideraba inamovible en su vida deberá ser replanteado.
La rutina de nuestro killer laboral se ve afectada además por la llegada de una jovencita, con aires de sabelotodo, que pretende modificar el método de trabajo. En este punto la historia ya desplegó varias aristas. Por un lado la exposición del drama de aquellos que luego de años de trabajo se encuentran desempleados, en un mundo donde no parece haber espacio para ellos. Por el otro, la relación amorosa del protagonista y su posición acerca del compromiso en contraste con una determinada situación familiar, y la mirada casi virginal de quien ignora lo que sucede en el mundo más allá de la teoría universitaria.
El director Jason Reitman intenta abarcar todo y lo logra casi sin tropiezos. No llega a configurar totalmente una comedia estrictamente romántica; tampoco alcanza el status de filme social aunque sí consigue redondear un drama sutil, sin golpes bajos y, lo más importante, sin perder el estilo ni descuidar a su figura principal.
Estamos ante un filme politicamente correcto, sin estridencias, con buenas actuaciones y una dirección que no descuida ningún detalle para honrar a la industria.