Amor por siempre

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

La posibilidad de éxito de esta película será directamente proporcional a la cantidad de público que se renueve en este tiempo. Y cuando digo que se renueve, me refiero específicamente a espectadores que no vieron “50/50” hace un par de meses, o que no la estén viendo en alguno de los cines de barrio en donde todavía se proyecta. Ni que hablar de aquellos que hayan visto “Un milagro para Lorenzo” (1992), “Un par de colegas” (1991), “Antes de partir” (2009), “Mi vida” (1993), y todos los etcéteras que se le ocurran.

El cáncer y el sida son LOS monstruos invencibles que ni Hollywood ni la humanidad han podido derrotar. Sólo por eso se convierten automáticamente en productos cinematográficos, y desde la textura de distintos filmes de todos los géneros ambas enfermedades tienen un tratamiento médico-artístico donde, por lo general lo médico, sólo ofrece un puente de información, casi nunca de contención y jamás de solución sino no hay melodrama. ¿Me comprende?)

Supongo que debería dar por descontado que usted ya anda por estas líneas pensando: ¡Ufa! ¿Otra de alguien con cáncer que se quiere redimir o descubre que nunca amó a nadie? Si, caro lector, otra.

Desde el último punto y aparte en adelante sólo quedan dos cosas por considerar. La primera, es si “Amor por siempre” está bien hecha. La respuesta es ni. O sea que es funcional a la propuesta de lágrima fácil. El melodrama pasa rápidamente de ser sólo un recurso a ser la herramienta principal, pero hay una especial habilidad en la directora Nicole Kassell para disfrazarla con la impronta de Kate Hudson quien, como todos sabemos, sonríe en la pantalla y conquista. Esto resulta una distracción. Confunde.

La segunda, es si vale la pena ir a verla. Respuesta: si vio alguna de las anteriores empezando por “50/50”, no. “Amor por siempre” se parece a esta última sólo si uno hace una rápida síntesis argumental, pero con un análisis más minucioso uno descubre que esta producción peca de confiar demasiado en la actriz principal, en lugar de construirle un personaje desde la solidez de la palabra en el guión. Marley Corbett (Kate Hudson) tiene cáncer, por ende la historia trata de como va a lidiar con eso. Últimamente parece estar de moda encarar estas vicisitudes con personajes que construyen una coraza cómica alrededor de las mismas; pero a diferencia de esta, el humor de “50/50” nace desde un lugar mucho mas profundo que lleva a un optimismo mesurado y coherente. En “Amor por siempre” el humor está presente sólo porque las didascalias del guión de la novata Gren Wells dicen: "Marley Corbett es simpática, optimista, se ríe de todo, y nada parece afectarla".

La trampita se deja ver cuando conocemos que Marley ha huido sistemáticamente de la posibilidad de enamorarse. Adivine cuando y con quién cae en los brazos de cupido... Acertó, el médico que la trata, Julian Goldstein (Gael García Bernal, en su primer paso fuerte en Hollywood).

Muy poco puede hacer Gael con un guión que sólo le exige sonreír cuando da la situación. El joven anda por las escenas como tratando de que no se le note el acento latino en su inglés más que trabajar su personaje, aunque esto pueda resultar también un impensado golpe de efecto.

Respondidas las dos cuestiones sabrá el lector con qué encontrarse. Por supuesto no faltarán las escenas con pianito emotivo, y amigos y familiares tratando de despedirse cada uno a su manera.

Treat Williams, Kathy Bates y Whoopi Goldberg aparecen para manejar sus personajes de taquito, casi sin despeinarse, a la vez que para apuntalar un poco la trama cuando se marchita por la propia sequía de ideas.

Por cierto, si nunca vio ninguna de las películas citadas es probable que “Amor por siempre” sea la primera de otras tantas que vendrán a comprobar si es verdad esto de que el público se renueva.