Amor de película

Crítica de María Fernanda Mugica - La Nación

Las reglas de la comedia romántica y su magia pero también su distancia con la naturaleza del amor en la vida real son parte central de Amor de película. La historia que cuenta tiene las características de un romance típico del cine pero también se ocupa de contrastarlo con la no tan glamorosa cotidianeidad y encontrar el valor en ese amor con menos fuegos artificiales pero con otras cualidades más duraderas.

La película de Sebastián Mega Díaz comienza con un repaso de las reglas del género, a través de un corto en el que se conocen los protagonistas, para luego alejarse de esa ficción y entrar en su vida de pareja en crisis. Mientras Martín ( Nicolás Furtado) está intentando avanzar en su carrera como director de cine, Vera ( Natalie Pérez) está despegando en la suya como actriz. Así, el film se inscribe en la tradición de la comedia de "rematrimonio", en versión juvenil, en la que los protagonistas descubren lo que necesitan para seguir adelante como pareja y también recuperan algo de esa magia inicial.

La fuerza y originalidad del planteo del comienzo se pierde un poco en buena parte del desarrollo, al dejar en un segundo plano al aspecto más de comedia, terreno en el que tanto el guión como las interpretaciones funcionan mejor (en ese sentido, la participación de Guillermo Pfening como un director de teatro poco confiable es una gran contribución). También hubiese sido interesante un desarrollo más profundo del conflicto interno del protagonista y del proceso que lo lleva a cambiar ciertas actitudes.

Con detalles que refieren a comedias románticas como ¿ Puede una canción de amor salvar tu vida? o Letra y música, Amor de película le rinde un entretenido y sincero tributo al género, demostrando su admiración por él, aún con sus clichés.