Amor de madres

Crítica de Fernando López - La Nación

Amor de madres

Una fórmula conocida y actrices admirables

El tema es la adopción. El director, Rodrigo García, considerado un especialista en films protagonizados por mujeres y dirigidos al público femenino, sobre todo aquel que disfruta de emocionarse en el cine y humedecer algún pañuelo. Uno de los productores es Alejandro González Iñárritu, que ha hecho de la coincidencia y el entrecruzamiento de historias su sello personal. El elenco es admirable e incluye la sorpresa de ver a Samuel L. Jackson por una vez en la piel de un hombre normal. Y Amor de madres ofrece más o menos lo que podía esperarse. Sigue la misma fórmula que a García le ha rendido en otras oportunidades: los personajes centrales son mujeres y sus historias irán interconectándose a medida que el relato progrese.

Esta vez las mujeres son tres, y aunque hay una institución católica dedicada a la adopción que ha tenido o tiene que ver con sus historias, lo que termina aproximándolas es el azar. Una es la desdichada Karen, que a los 51 años nunca ha superado el dolor de haber dado en adopción la hija que tuvo a los 14 y divide su tiempo entre el cuidado de su madre enferma y su trabajo en un centro de salud mental. Otra, Elizabeth, que ni siquiera conoce la identidad de la mujer que la concibió y dio en adopción, es una abogada hiperprofesional, autosuficiente y fría, pero muy dada a fugaces encuentros puramente sexuales. La tercera, Lucy, es una joven negra y estéril cuyo desesperado deseo de adoptar un hijo no parece demasiado compartido por su cónyuge.

Las dos primeras habrían bastado para llevar adelante el proyecto de García, que además de examinar el asunto de la adopción, sobre el cual expone ideas bastante contradictorias, y desarrollar las historias de las dos mujeres que, por supuesto terminarán ligadas después de una serie de disgustos y algunas pocas alegrías, también aspira a dejar algunos apuntes para un retrato del mundo actual. El melodramático caso de Lucy, poco convincente pese al buen trabajo de Kerry Washington, sólo consigue adosarle al film una estructura "a la Babel " y prolongarlo imprudentemente.

Se habla mucho de madres e hijas, de bebes abandonados por sus madres, de chicos adoptados y de mujeres que sólo piensan en la maternidad, como si ese fuera su único horizonte posible. Pero el tema tiene una complejidad a la que García ni se acerca. Quedan los golpes de emotividad, algún acierto en la descripción de un amor adulto y, felizmente, el excepcional elenco, en el que brillan Annette Bening y Naomi Watts.