Amor bandido

Crítica de Elian Aguilar - Cultura Geek&Pop

Amor Bandido: Enamorarse de la persona equivocada puede ser doloroso

Un joven y su despertar

Amor bandido, de Daniel Werner, viene a rescatar un género algo olvidado en la cinematografía argentina: el thriller. Si a eso le sumás una relación tóxica, un menor de edad con una mayor de edad (que además es su profesora) y un tercero en discordia… nada puede salir bien.

¿De qué va?
Joan (16) es un joven ingenuo y enamoradizo, hijo de un importante juez nacional muy adinerado. Ambos llevan una relación familiar conflictiva. Un día Joan decide escaparse junto a Luciana (35), una hermosa mujer que trabaja como profesora en su colegio. La pareja viaja hasta una casona en el campo para dar rienda suelta a su amor. Pero pronto él descubre con horror que ha caído en una trampa. Ahora Joan deberá luchar para salvar su vida, descubriendo en el camino el lado oscuro del amor.

Joan (Renato Quattordio) vive en una burbuja. Dejó de vivir su vida cuando se enamoró. Pero no es cualquier amor, es uno prohibido, excitante y pecaminoso. Un alumno y su profesora. Un escape. El horror.

Todo es extrañeza en el principio, Joan se entera que su amante se retira del colegio, renuncia. No le importa haber dejado su cotidianeidad, sus vicios y sus espacios de comfort (como es el caso del instrumento que toca, y que sus padres le reclaman haber dejado de hacerlo), está pensando con la otra cabeza. Con esa con la que se toman malas decisiones.

Luciana (Romina Richi) es mayor de edad, se la ve algo triste y ansiosa. Aprovecha al máximo su sensualidad y la explota al máximo cuando está con su graduado. Pero no suena Mrs. Robinson, no… en este mundo él escucha Wos y ella Charly García.

Esa diferencia generacional se vuelve relevante a la hora de la decisión. Ella tiene que huir. Alguien la persigue. Cual si fuese Garganta Profunda (el informante, no sean malpensadxs) deja en un departamento con algunos muebles y mala iluminación una serie de instrucciones para Joan. La única solución es huir, acompañadxs, juntxs, en pareja. Es dejarlo todo por el todo.

Pero todo es mentira.

Ya en el viaje, a una vieja casona en provincia de Buenos Aires, nos damos cuenta que las intenciones de Luciana son non-sanctas. Duerme a Joan sin que él sepa hasta donde viajó.

Lo engatusa con sexo, con promesas vanas, lo encierra y lo hace sentir deseado.

Hasta que llega Gustavo (Rafael Ferro). Él cae herido a la casona. Se presenta como hermano de Luciana. Pero a los minutos, el aire comienza a cambiar. Hay un tema de poder, de secreto, de venganza.

Amor Bandido tiene una vuelta de tuerca más. Es una película muy física que juguetea con el erotismo, pero no es el eje de su trama. Termina siendo un thriller policial, con una historia de amor prohibido en el medio.
La utilización de la casona permite explotar al máximo ese espacio, para convertirla en protagonista y prisión al mismo tiempo.

La sorpresa aparece hacia el final, y tiene muy poca construcción. Lo que nos hace pensar “¿qué está sucediendo?” y para cuando uno entiende… la película terminó.

Sin embargo, es un buen regreso a un género que supo engalanar las pantallas en los 90s, y que con las crisis siempre regresa. Y esperemos también revitalizar más al erotismo, que siempre es hipnótico al verlo en pantalla gigante.