Amityville: el despertar

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Aquella tendencia homicida

Ninguna de las numerosas secuelas que inspiró Aquí Vive el Horror (The Amityville Horror, 1979) estuvo a la altura de la película original, la cual sin ser una joya del género por lo menos era entretenida y en buena medida terminó de definir la versión posmoderna de los relatos de “casas embrujadas”, ya decididamente muy lejos de la poesía sutil de The Innocents (1961), el barroquismo de The Haunting (1963) y el sustrato cerebral de The Legend of Hell House (1973). El esquema narrativo que suplantó a los anteriores -para bien y para mal, sobre todo para mal- estuvo más preocupado por retratar cuestiones más terrenales en sintonía con la dialéctica de la influencia corruptora del inmueble de turno y el inefable remate centrado en “agarrar una escopeta y matarlos a todos”. La misma industria hollywoodense se encargó de agotar la premisa vía una repetición cada vez más mecánica.

Amityville: El Despertar (Amityville: The Awakening, 2017) es otro de los intentos por resetear la franquicia y hay que reconocer que es el mejor en mucho tiempo: a pesar de que el film echa mano de todos los estereotipos de la saga, también es indudable que se toma el trabajo de incorporar detalles foráneos que resultan novedosos en este contexto. La historia se sitúa en la actualidad y gira alrededor de la mudanza a la mítica casona maldita por parte de la adolescente Belle (Bella Thorne), su hermano gemelo comatoso James (Cameron Monaghan), su pequeña hermana Juliet (Mckenna Grace) y la madre de todos Joan (Jennifer Jason Leigh). Por supuesto que casi de inmediato comienzan a pasar cosas raras vinculadas a las pesadillas/ visiones de Belle y la milagrosa recuperación de James, quien parece caer bajo el dominio de la presencia que habita el lugar desde tiempos ancestrales.

Como decíamos anteriormente, los jump scares son baratos y cada ondulación de la trama se ve venir kilómetros a la distancia, no obstante se agradece la inclusión del “hermano siniestro” en estado vegetativo y las referencias metadiscursivas símil Scream (1996), ahora con la excusa de la amistad de Belle con dos compañeros de colegio, Marissa (Taylor Spreitler) y Terrence (Thomas Mann). Es éste último el personaje que funciona como una “fuente de conocimiento” para la protagonista, quien recién luego de mudarse se entera de los asesinatos de Ronald DeFeo de 1974 y de la existencia de Aquí Vive el Horror, basada en las vivencias de los moradores posteriores, la familia Lutz, del primer corolario -en realidad, una precuela- Amityville 2: La Posesión (Amityville II: The Possession, 1982), sobre los crímenes de DeFeo, y hasta de la floja remake del 2005 de la realización original.

Otro factor que compensa la previsibilidad general es el elenco: si bien ningún actor/ actriz tiene mucho material a partir del cual lucirse, por lo menos resulta placentero descubrir a una carismática Thorne y reencontrarse con Leigh y Kurtwood Smith, el genial actor de RoboCop (1987) de Paul Verhoeven y La Fortaleza (Fortress, 1992) de Stuart Gordon, aquí interpretando al médico de cabecera de James. El director y guionista Franck Khalfoun es un protegido del gran Alexandre Aja, para quien dirigió las amenas P2 (2007) y Maniac (2012), dos propuestas que demostraron una solvencia artesanal que el francés asimismo ratifica en Amityville: El Despertar aunque a un nivel un tanto más bajo, considerando por un lado los resultados concretos de su trabajo y por el otro la extenuante serie de secuelas de la franquicia, lo que derivó en una obra correcta pero con poco margen para los sustos…