Amigos por la vida

Crítica de Brenda Caletti - CineramaPlus+

MANTENER EL RECUERDO

“Porque si un hombre muere, se libera. ¿Qué importa morir?”. El canto aparece como un tímido recuerdo de Giorgio en medio de la ruta, como una simple anécdota que acompaña la foto mostrada a los policías antes de continuar la travesía. Pero aquella frase poco tiene de inocente; por el contrario, desempeña una doble función: reforzar el contexto, la ideología y ciertos rasgos de la personalidad del hombre de 85 años que supo ser un reconocido poeta y enlazar los dos ejes fuertemente trabajados por director Francesco Bruni, es decir, el viaje iniciático y el juego temporal y de materialidades.

De esta manera, se crea una oscilación permanente entre los personajes principales basada en el cruce generacional y en la reconfiguración del concepto camino del héroe. Ya no se trata de un designio de los dioses o del destino, sino que el recorrido que debe atravesar Alessandro se focaliza en el autodescubrimiento y en la identificación y reconocimiento del otro en sus singularidades. Para esto, los objetos cumplen un rol fundamental tanto aquellos en su dormitorio como los de la casa del anciano, en particular, la curiosidad por el estudio y los escritos en las paredes.

Las huellas de los dueños de dichos elementos y/o espacios se traducen también en los recuerdos aleatorios de Giorgio debido a una fase inicial de Alzheimer y en los anhelos de reencontrase con un pasado que se vuelve más actual a cada instante. Por ejemplo, su angustia cuando ve en la pantalla al falso soldado de la play, las veces en que llama Carlo a Alessandro o las ilusiones de Robert, Mike y John. El viaje propiamente dicho no sólo evidencia aventuras y complicaciones, sino que afianza el vínculo entre el joven de 22 años y el anciano de 85 y contribuye a una transfiguración de los cuatro amigos con las experiencias de Giorgio en su juventud.

El otro juego de Amigos por la vida (Tutto quello che vuoi en la versión original) tiene que ver con el contraste entre lo efímero y el registro. El director se vale de la enfermedad para contraponer permanentemente la resistencia de las fotos, de los libros o hasta los escritos de las paredes con la fugacidad de la voz, la memoria y hasta la fama del poeta. En medio de esa lucha, Alessandro y Giorgio comparten sus deseos y miedos más íntimos en un vínculo natural, afectuoso y familiar.

“Porque si un hombre muere, se libera. ¿Qué importa morir?”. Hacia el final, el canto se transforma en relato oral y encuentra su máxima expresión con los cuatro jóvenes de espaldas a la cámara. Allí, el grito de guerra y la experiencia de vida se amalgamanan en una promesa íntima y, por sobre todas las cosas, en la herencia trasmitida a lo largo de las generaciones de cada familia. Un recuerdo que sobrepasa la caducidad temporal para instalarse en la manera de percibir y aprehender el mundo.

Por Brenda Caletti
@117Brenn