Amigos de armas

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Subjetiva

ACTUALIZACIÓN DEL SUEÑO AMERICANO

Si Amigos en armas cuenta cómo un par de jóvenes vivillos se aprovecha las gritas del sistema para comercializar armas a todo el mundo y en especial a Oriente en plena guerra de Irak, la película muestra en todo su sangriento esplendor las variables que maneja el todopoderoso complejo industrial-militar estadounidense para seguir siendo tal, a pesar de los intentos de controlarlo por los gobiernos, tal vez porque como se desprende también del relato, la política es una de las patas fundamentales del negocio.

Después de la trilogía de ¿Qué pasó ayer? Todd Phillips vuelve a hablar de la amistad pero sobre una superficie definitivamente más áspera: el tráfico de armas. Por un lado está Efraim (Jonah Hill) y por el otro David (Miles Teller), amigos de la infancia, uno histriónico y dispuesto a todo desde siempre y el otro más apocado y definitivamente menos audaz, que apenas sobrevive como masajista.

Efraim vuelve a a ciudad y le propone a David que se una a su negocio que consiste en sentarse delante de la página web del ejército y descubrir entre la maraña de licitaciones, las que tengan que ver con pequeños pedidos de armas que los peces gordos del negocio descartan por insignificantes -la medida dirigida a pequeños emprendedores fue implementada por el gobierno de Bush ante las críticas de que solo entraban al negocio sus amigos de las grandes corporaciones-. Y allí van los muchachos, triángulando pedidos, consiguiendo material por el mundo, el planeta entero como una gran arsenal servido para los que saben buscar y encontrar para la teta de un Estado siempre en guerra. De ahí el progreso, el cambio de sobrevivir a vivir en grande, Efraim para divertirse con prostitutas y montañas de cocaína, lo usual, y David feliz porque su primer hijo con Iz (una digresión, Ana de Armas no puede ser más bella) viene con un pan debajo del brazo y claro, de ahí a empezar a jugar en las grandes ligas hay un paso y unos cuantos quilómetros, un viajecito que incluye arsenales abandonados en Albania, negociaciones casi en tono de comedia en Jordania y persecuciones con tiroteos con los “insurgentes” en el llamado Triángulo de la Muerte en Irak.

Todd Phillips estructura el relato desde la tradición de las grandes estafas en el cine, pero también abreva en el aprendizaje de los dos briboncitos (Jonah Hill hace su magia y dota a su personaje de una risita antológica mientras que Miles Teller acompaña correctamente) y sí, en una historia de apogeo y caída que no deja ni por un minuto de dar cuenta del gigantesco negociado en donde se cuelan los muchachos por un rato porque es un juego apto solo para los grandes, como Henry Girard, el traficante de armas que encarna Bradley Cooper.

En general poco importa que la película esté basada en una historia real, pero en este caso, Phillips vio lo absurdo de la situación -cuando el caso llegó a los medios el gobierno cerró es sistema de contrataciones y ya no se molestó en ocultar que solo sus poderosos socios podían ser parte del asunto- y además de contar el asunto, se despachó con un relato sobre el crecimiento y la traición. Y también, sin subrayados y con bastante humor, de la realpolitik estadounidense.

AMIGOS DE ARMAS
WAR DOGS. Estados Unidos, 2016.
Dirección: Todd Phillips. Guión: Todd Phillips, Stephen Chin y Jason Smilovic. Intérpretes: Jonah Hill, Miles Teller, Ana de Armas, J.B. Blanc, Bradley Cooper, Barry Livingston, Julian Sergi, Daniel Berson, Kevin Pollak. Producción: Todd Phillips, Bradley Cooper y Mark Gordon. Duración: 114 minutos.