American Pie: el reencuentro

Crítica de Mario Zabala - Clarín

Los personajes vuelven para una reunión de egresados.

Año 1999. La comedia americana definitivamente no era la maravilla que es hoy, capaz de generar objetos absurdos-marcianos como la reciente Casa de mi padre , donde Will Ferrell, el Messi de este asunto de la Edad Dorada de la Comedia, habla en imperfectísimo español. Pero de repente (tan de repente como puede ser el abrir una puerta y encontrar a un menor de edad satisfaciendo sexualmente a una tarta de manzana), American Pie tomaba el legado machista de Porky’s e invertía la ecuación: ahora, los calentorros jovencitos que querían sí o sí debutar eran parte del chiste, tenían tanto corazón como perversión y aun así, no abandonaban el síndrome “un chiste más zarpado que el otro” decorado con alguna que otra teta(s) suelta(s) por ahí.

American Pie se hizo entonces franquicia: en todo este tiempo, sus pecados devinieron standard –y varios filmes directo a video después de las tres American Pie estrenadas en el cine- y hasta fueron felizmente sobrepasados. Ahora, bajo la excusa de la reunión del colegio secundario tan en boga, la yunta completita de la American Pie original vuelve. Pero claro, son hombres y mujeres de treinta, de-sencantados casi todos ellos, ¿qué furia juvenil puede restar? La potente respuesta es sincera y lógica: Ok, la explotación y celebración del sexo (como meta, como gag, como forma de alterar la comedia, como lugar donde puede hasta latir un cariño) se convirtieron en su materia prima, casi hasta genérica; entonces, lo que American Pie: El reencuentro hace es quedarse solamente en lo que despierta (dentro del pantalón, pollera o el traje de vinilo) ese reencuentro.

Su sinceridad bestial –hecha carne el americanísimamente primitivo Stiffler, hermosa criatura que dio la saga- para con el sexo, tan infantil como progresiva, genera una comedia sincera, capaz de hacer de un plano explícito de un miembro masculino un gag que no tiene nada de gestual.

American Pie no busca revolución, pero sí apela a lo soez sin jamás sentir que eso puede quitarle sentimiento (de hecho, todo lo contrario). Otra vez, por suerte, American Pie es comedia pura, sentida, salvaje. Tres adjetivos que no cualquier filme puede conjugar con tanto sentimiento (de calentura y de cariño).