Amateur

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Locos por el Súper 8

Documental, con mucho humor, sobre fanáticos de los filmes caseros.

Néstor Frenkel tiene predilección por las historias de desaparición y (nostálgico) renacimiento, narradas a través de “comedias documentales” con impronta personal: melancólica y cómica. Lo demostró en Construcción de una ciudad , un filme sobre la destrucción y la “nueva creación” de la ciudad de Federación, en Entre Ríos: una metáfora sobre la dictadura. Su nueva película es un homenaje al cine, sobre todo al cine amateur: a partir del auge del Súper 8 y las películas caseras, a las que rescata del fondo de los tiempos.

Amateur empieza con un veloz montaje de imágenes antiguas y anónimas, casi todas familiares, más una voz en off que les da un sentido evocativo y humorístico. Por ejemplo, cuando el narrador (Frenkel) se burla de los “directores” que explican lo que están mostrando en imágenes: lo mismo que hacen algunos realizadores profesionales, sólo que en el amateurismo resulta simpático...

Pero, luego de esta suerte de vertiginosa, cálida y graciosa introducción, el filme se centra en un personaje excluyente: Jorge Mario, un hombre de 70 años que vive en Concordia y es odontólogo, líder scout, filatelista, conductor radial, acopiador de datos (lleva el registro de las 13.892 películas que vio), coleccionista de objetos varios y, sobre todo, pasional cineasta amateur. Su obra mayor, en noble Súper 8, fue el western Winchester Martin , realizado con vecinos y amigos...

Mario es una mezcla del protagonista del documental El ambulante (que recorría el país haciendo cine con vecinos) y, desde luego, de Ed Wood.

El hilo conductor de Amateur es la intención del protagonista de hacer una remake de Winchester...

y su recuerdo permanente de un hecho vital para él: el rodaje en su ciudad de El camino del gaucho , de Jacques Tourneur, en 1951. En el documental de Frenkel, Mario se muestra como un fanático de lo que hace y como un personaje algo cándido, capaz de reírse de sí mismo. Un antihéroe feliz, con mayor o menor conciencia de serlo.

Es claro que Frenkel se enamoró tanto de este personaje que giró y giró en torno de él, a veces con puestas en escena un tanto forzadas, como la de un partido de paddle en el que Mario habla de su proyecto de remake mientras pelotea con sus amigos. Otras puestas responden a un estilo de hacer cine: fresco, liviano, personal, nada solemne, valioso.