Amante fiel

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Louis Garrel es un rostro tan presente en el cine francés actual gracias a su prolífica carrera, por lo que muchos lo recordarán por sus participaciones en el cine de Christophe Honoré (“Les bien- aimés” “Mi madre” con Isabelle Huppert o en “Canciones de Amor”), o acompañando a su padre Philippe Garrel (en “Los amantes regulares” “Un verano ardiente” o “La Jalousie”, vista justamente en ediciones anteriores del BAFICI).
Hay quienes seguramente lo identifiquen por su luminosa intervención en la inolvidable “Los Amantes Imaginarios” de Xavier Dolan, o bajo las órdenes de otro gran cineasta francés, Arnaud Desplechin, en “Los fantasmas de Ismael”. Fue también uno de “Los soñadores” de Bernardo Bertolucci y recientemente ha personificado a Jean Luc-Gordard en la irregular “Godard, Mon Amour” dirigida por el ganador del Oscar Michel Hazanavicius.
En esta ocasión Garrel no solamente estará delante de las cámaras en el centro del triángulo amoroso de “L’HOMME FIDÈLE – AMANTE FIEL” sino que además este proyecto lo convoca como co-guionista y en el rol de director, detrás de las cámaras, que ocupa por segunda vez después de su ópera prima, “Los dos amigos”, que no ha sido estrenado en Argentina-.
El guion firmado junto con el talentoso Jean Claude Carrière, apuesta a una película de estructura tradicional, enriquecida fundamentalmente con el juego que se establece a partir del entrecruce de los personajes. Garrel y Carrière ponen su lupa en esos pequeños universos que cambian permanentemente a partir de los diferentes vínculos que se van estableciendo entre ellos.
La trama es simple: Abel (el propio Garrel) está en pareja desde hace unos tres años con Marianne (Laetitia Casta) y la historia inicia cuando ella le anuncie que está embarazada. Pero el bebé que está en camino no es suyo sino de su mejor amigo, Paul, una confesión que lo empujará a Abel a tomar la drástica decisión de abandonarla.
La historia avanza diez años hacia adelante cuando Paul fallece repentinamente y el vínculo entre Marianne y Abel vuelve a reconstruirse a partir de su reencuentro en el funeral. Si bien la historia está apoyada en una estructura de clásico triángulo romántico, la pluma virtuosa de Carrière plantea mucho más que un simple triángulo en la escasa hora y cuarto del filme.
Tan sólo 75 minutos le bastarán a un dramaturgo experimentado para explorar las múltiples combinatorias vinculares entre los personajes, haciendo entrar en el juego triangular tanto al fantasma de Paul -cuya presencia física obviamente no se materializa pero que si está presente en forma casi permanente en las pulsiones y en las sensaciones de los personajes- como a su hermana, Eve.
Ella, de pequeña, siempre ha percibido a Abel como un objeto de deseo y admiración algo lejano, pero ahora, pasado el tiempo, pareciese que su deseo podría llegar a materializarse. Por lo tanto, la aparición de Eve en escena, desencaja las piezas, rompe ese delicado equilibrio y todo se baraja nuevamente.
Indudablemente, otra de las piezas fundamentales en este rompecabezas que plantea el guion es la del hijo que han tenido Paul y Marianne (a cargo de un vivaz y simpático Joseph Engel) que permite presentar dentro del relato el tema de los roles filiales, el activo ejercicio de la paternidad y, además, a través de las fabulaciones que este hijo hace a partir de la muerte de su padre y los comportamientos de su madre, aportar en iguales dosis, tanto el misterio como la comedia.
Enriqueciendo la sencillez de la trama, el mayor interés está en el juego con los diálogos, en las precisas las voces en off desgranando los pensamientos más íntimos y en primera persona y sobre todo, exquisitamente, introduciendo en el relato de Abel un tiempo verbal que es muy usado en la literatura francesa pero que no tiene correlato con la oralidad cotidiana.
De esta forma, la dupla Garrel - Carrière, nutre a ciertos fragmentos de la película de un espíritu literario que le es armónico y aporta esa búsqueda interesante de diferentes lenguajes que se plantean los guionistas para apartarse de la dramaturgia más tradicional. Louis Garrel sabe que este tipo de personajes le calzan como un guante y aprovecha y explota todas las aristas, en una construcción similar a la de los personajes masculinos en conflicto que construye el cine de su padre.
Aquí no es la culpa ni los celos los que mueven al personaje, sino que el planteo va de la mano de la fidelidad, no sólo por oposición a la infidelidad de Marianne sino una fidelidad entendida desde sus propios principios, de la ética y de la propia construcción interna de Abel.
A su lado, Laetitia Casta no solamente despliega toda su belleza, sino que aprovecha los matices que le brinda el personaje y subraya aún más con su actuación esa veta enigmática que plantea el guion, sobre todo en el primer acto, sobre las potenciales muertes de su esposo.
Eve, “la tercera en discordia” está a cargo de Lily-Rose Depp (hija de Johnny Depp y Vanessa Paradis) que tiene el tono perfecto de esa niña que ahora es mujer, con una fuerte carga de sensualidad que remite a algunos personajes de Christina Ricci en “The Opposite of Sex” o “Pecker”, con quien incluso se parece hasta físicamente.
Presentada en el último BAFICI dentro de la competencia internacional y ganadora del premio a la mejor dirección para Garrel, quizás muchos puedan llegar a pensar que es la menos “BAFICI” de las presentadas este año en la competencia internacional, pero lo cierto es que “L’HOMME FIDÈLE – AMANTE FIEL” acierta tanto en la duración (sin estirar situaciones ni plantear múltiples historias secundarias que frecuentemente quedan en la nada), como en la construcción de los personajes y sobre todo, se disfruta en esos momentos que tienen un halo de homenaje a la nouvelle vague o cuando el protagonista narra con esa voz en off, tan típica del cine de Truffaut, que le sienta tan pero tan bien.