Amante accidental

Crítica de Ramiro Ortiz - La Voz del Interior

Amores modernos

Amante accidental es una comedia romántica hollywoodense de fórmula, de esas que se han visto cientos de veces sólo que, si la nueva versión es lo suficientemente buena, se suspende la “incredulidad natural del espectador” y todo funciona como si fuera la primera vez.

Se comenta que esta es una película hecha para mujeres, y tal vez ese sea el motivo por el que el personaje masculino es demasiado perfecto. Como si se tratara del príncipe azul. Ella, Sandy (Catherine Zeta Jones), es una mujer de 40 años, engañada y recién separada, mudada a Manhattan, madre de dos hijos, y tratando de abrirse camino en un nuevo trabajo. Cayendo y volviéndose a levantar. Él es Aram (Justin Bartha), 25 años, título universitario guardado en el cajón, empleado de una cafetería, residente con sus padres judíos, autodeclarado a la deriva.

El destino o el azar se entromete y él empieza siendo el vecino de ellos, luego el puching boy del curso de ira, para convertirse después en el niñero y trascartón en el novio de mamá. Lo que lo hace un príncipe encantado es que puede jugar 10 horas seguidas con los niños sin perder la paciencia y aun así cocinar, que es del tipo tímido pero cuando habla dice lo que hay que decir y como hay que decirlo, y que no se interesa por otras mujeres.

Así las cosas, podría decirse que Amante accidental es una película para pasar un buen rato. Y en efecto es así. Pero con ese buen tino que a veces tienen el cine norteamericano, de no hundir el dedo en la llaga con ciertos temas, en el argumento se filtran algunos rayos de luz provenientes de la realidad actual.

De modo que la experiencia de verla puede valer la pena, aunque tal vez el espectador sienta que no está frente a una de las grandes comedias románticas de todos los tiempos. Si busca alguna explicación, podrá encontrarla en que el argumento no saca el mejor provecho de las situaciones humorísticas, en que la historia se pierde en algunas divagaciones (como la clase de ira), o se permite algunas escenas incongruentes allí donde podría evitarlas (como cuando el niño de 6 años descubre a Sandy y Aram haciendo el amor en el sofá).