Amante accidental

Crítica de Marcelo Pavazza - Crítica Digital

Fórmulas y caprichos

Amante accidental y las flamantes sitcoms Cougar Town y Accidentally on Purpose (por dar dos ejemplos) son de la misma familia. En ellas –en ésta– cuarentonas hot se “benefician” a veinteañeros como corriendo una carrera cuyos obstáculos son la culpa, las convenciones sociales y la pelea entre la experiencia y el desconocimiento.

Se sabe, una comedia televisiva se puede mover muy cómoda en este tema, zanjando a puro gag, y con multiplicidad de personajes, los conflictos. Son seres que pueden, como el Coyote, caer de un barranco y aparecer ilesos en la próxima secuencia. Pero un film cuenta un tramo escogido de la vida de sus protagonistas, y debe hacernos creer que lo que les sucede, les sucede realmente.

Sandy (Catherine Zeta-Jones) es una ama de casa cuya vida perfecta en los suburbios neoyorquinos se ve brutalmente interrumpida por la infidelidad de su esposo; Aram (Justin Bartha, de ¿Qué pasó ayer?) es un muchacho judío de 25 años que acaba de divorciarse de una mujer francesa que sólo lo quiso para conseguir su residencia en Estados Unidos. En el principio, la película rumbea para el lado de la comedia moderna, graciosa y supersónica. Sobre todo de parte de los personajes secundarios (los pequeños hijos de Sandy, los padres de Aram, el compañero actor de él). Pero claro, tiene un centro habitado por Sandy y Aram, y ese núcleo duro no escapa a los formulismos. Los protagonistas arrancan como vecinos –después de huir de su hogar Sandy viaja a Nueva York y alquila el departamento que está sobre la cafetería donde trabaja Aram–, continúan como jefa y empleado –el muchacho se convierte en baby-sitter de los niños– y terminan como novios. Lo que molesta no es que el desarrollo de la relación vaya de la mano de las fórmulas, sino que ésta no aparece mostrada como un camino necesario para que los personajes aprendan y sí, en cambio, como un capricho del guión. Como si lo que sucede estuviera atado a cumplir un plan (al principio la diferencia de edad no será un impedimento, sí después; el joven se mostrará más aplomado que el maduro; y así) sin sorpresas. Sólo en busca de un final feliz.