Amanda

Crítica de Gretel Suarez - Visión del cine

Tercer largometraje francés de Mikhaël Hers, que se estrenó en la Mostra de Venecia en 2018.
David (Vincent Lacoste) es un parisino de 24 años que se gana la vida con trabajos part-time. Este joven solitario y soñador se enamora de su vecina Lena (Stacy Martin). Pero esa vida tranquila se verá trágicamente interrumpida, ya que su hermana, Sandrine (Ophelia Kolb), muere en un atentado en París y entonces deberá decidir si podrá hacerse cargo de Amanda (Isaure Multrier), su sobrina de 7 años.

La película comienza con el sonido del timbre de salida de un colegio, ahí conoceremos al personaje principal: Amanda y su cosmos. En montaje paralelo tendremos la presentación de personaje de David, quien se encuentra entregando las llaves de un pequeño departamento a una familia de turistas. Luego, volvemos a Amanda, quien espera sola en la puerta de su colegio porque todes sus compañeres se han retirado ya; entonces, volvemos a David que sigue con sus tareas hasta que recuerda que debió recoger a su sobrina. Ahí comprendemos que son familia.

De esta forma el director nos da un avance, no sólo de su parentesco, sino de una habitualidad raramente cotidiana del vínculo entre elles. Posteriormente se desarrollan dos escenas dentro de la casa de Amanda, una con su tío y otra con su mamá, en las que si prestamos atención a sus palabras y detalles visuales, descubriremos indicios a las resoluciones venideras del film, connotando así que su estructura es consecuente a sus protagonistas; lo que denota que la película será llevada hacia adelante por sus actores y actrices.

La dirección de actores es bien meticulosa, aunque dentro del film encontraremos largos planos donde les protagonistas, Vincent Lacoste y Isaure Multrier, parecieran tener cierta libertad para improvisar sus estados emocionales en momentos claves de la historia. Esta confianza del director depositada en su herramienta actoral nos habla de la importancia de un trabajo previo en el vínculo entre les actores y su cercanía energética, de la riqueza en el uso de los microgestos y de cómo la forma física expresa opresión en un cuerpo atravesado por un trauma y su automático deseo de control mental por sobre el emocional que une quiere dominar, pues la idea social de “mantener las formas” está bastante implícita en la película.

Desde ahí consigue no caer en el típico melodrama moralista, pues el realizador no se quedará en el atentado, sino que seguirá adelante como la vida misma, pues a sus protagonistas les queda seguir viviendo con “eso”. Esa decisión de mirada íntima, entrega un aire humano y empático, dado que la búsqueda de resiliencia de David y Amanda demuestra que debemos transitarlo residiendo más en el interior que en el exterior.

Quizás se exceda en escenas con la banda sonora y genere una distancia de la emoción que lo actoral ya brinda sin necesidad de más; igualmente el uso de sonido como herramienta atmosférica modificadora del cosmos de los personajes direcciona inteligentemente al relato, tal es el caso de la secuencia en la cual David se dirige en bicicleta hacia el parque donde ocurre el atentado, sin saber qué sucedió, y mientras va llegando, es el tratamiento sonoro quien nos indica incomodidad, circulando de la música hacia una casi total ausencia de sonidos, involucrándonos como espectadores en la tensión propia del personaje, quien comienza a cuestionarse, sin saber demasiado, en base a algunas señales que visualiza mientras se acerca al lugar.

En relación al tono y/o estilo, según lector/autor, podría decirse que se basa en una búsqueda austera en la imagen, la cual sintoniza a la perfección con la trama del film y sus actuaciones, aunque tenderá por momentos a caer en literalidades de plano y guion que subestimarán a les espectadores más sensoriales.

Igualmente, dentro de la puesta de Mikhaël Hers, veremos escenas maravillosas con ideas visuales materializadas en sensibles planos que, si bien por momentos suelen quedarse cortas de tiempo en durabilidad boicoteando su propio trabajo, lo loable es que consigue proyectar en pantalla estados de ánimo, por ejemplo: en la escena en que David va caminando de perfil por la rambla (figura de plano) mientras lleva a su sobrina Amanda en brazos, veremos que detrás de elles hay un barco (fondo de plano) que se desplaza en sentido contrario, mientras que la cámara va generando también un travelling lateral de acompañamiento de personajes; todos estos elementos en escena provocan un cruce de horizontalidades que sobreflotan e irrumpen la armonía exterior, reflejando la confusión interna de David quien se encuentra “cargando” en su propio cuerpo una enorme responsabilidad, y mientras va transitando hacia adelante esos espacios, pareciera que avanza mientras retrocede, pues está viviendo más en su mente que en la conexión con el afuera. Si esta escena hubiera tenido una durabilidad mayor para su descanso y desarrollo, la comprensión apesadumbrada hacia el personaje sería más honesta y directa para con les espectadores.

Amanda es un drama familiar, basado en las secuelas de un ataque terrorista en París, contado desde una mirada íntima sobre la resiliencia humana, sin caer en golpes bajos, y donde sus actores y actrices son la base del film.