Amancio Williams

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Al maestro con cariño

Para los arquitectos (o para quienes conocen del tema), la figura de Amancio Williams (1913-1989) es la de un mito, una leyenda, un prócer, un pionero, un vanguardista, un soñador, un creador genial.

Aunque muy pocas de sus ideas (esas que trabajaba obsesivamente en los planos) lograron cristalizarse, sus proyectos y las obras que sí se concretaron son objetos de estudio no sólo aquí sino en el mundo entero. Pero la vida de Amancio tiene también bastante de esa épica tan argentina que va de la veneración al olvido, de la glorificación al derrumbe.

Allí está como ejemplo contundente -que sirve además como eje del impecable relato de Gerardo Panero- la historia de “La Casa del Arroyo” o “La Casa del Puente”, una de sus primeras obras (1943-1945) que concibió en Mar del Plata para el disfrute de su padre, el brillante compositor musical Alberto Williams. Una joya arquitectónica que hoy está abandonada luego de sufrir actos de vandalismo y dos incendios intencionales.

En esa casa construida, efectivamente, sobre un arroyo se condensan varias de las principales ideas que reivindicó Williams: la integración con el medio ambiente, el respeto por la naturaleza, dejar el suelo libre, la tridimensionalidad (se ve desde los cuatro costados, pero también desde arriba y desde abajo) y la puesta en valor de los materiales, de los detalles y del diseño.

A partir de un interesante trabajo de selección y montaje con los materiales de archivo, con los planos originales y con declaraciones de sus familiares (sobre todo de sus dos hijos), de sus viejos colaboradores y de reconocidos arquitectos que interpretan y realzan su obra, Panero va construyendo un relato apasionante, incluso para aquellos que no necesariamente tienen (tenemos) un conocimiento del personaje y su obra. En ese sentido, el film es didáctico sin resultar jamás obvio ni torpe.

La tradición artística de esta familia de origen inglés (afincada en la Argentina desde 1821), su personalidad obsesiva y soñadora (casi utópica), su decisión de jamás transigir (lo que le valió numerosas peleas con los clientes) y la relación de admiración mutua con Le Corbusier (Williams fue el encargado de concretar la famosa Casa Curutchet en La Plata) son sólo algunos de los aspectos que se recorren en los 77 minutos de un film cuidado, respetuoso, sólido y fascinante sobre este referente insoslayable de la Arquitectura Moderna del siglo XX. Para no dejar pasar.