¿Un triángulo a la alemana? Más allá de su apego a las convulsiones cotidianas y/ o su distancia para con algún criterio de verdad que resulte mínimamente asequible, no se puede negar la capacidad descriptiva de los estereotipos, los cuales suelen actuar como “resúmenes” de determinados estados de ánimo, situaciones o idiosincrasias (algo parecido podría decirse de los insultos, otro ejemplo de esta preeminencia de un molde retórico preconcebido y de alcance masivo). Pensemos por un momento en los clichés cinematográficos aplicados a las nacionalidades, léase ese conjunto de características que acompañan a películas con un origen semejante, en esencia una fórmula -simple aunque eficaz- que pretende englobar similitudes específicas. Para bien o para mal, los rasgos en común enmarcan tanto la producción como la recepción de las obras, despertando expectativas en los dos extremos del ámbito artístico. Así como el quiebre de la horma prefijada por lo general es visto como un gesto positivo por algunos consumidores, no siempre la faena rinde sus frutos o se vincula con un éxito inmediato. Amadas Hermanas (Die Geliebten Schwestern, 2014) pone de relieve cómo esa especie de “incompatibilidad” entre estirpe y lenguaje puede suscitar propuestas desparejas, cuyo interés principal es -paradójicamente- su carácter híbrido, maltrecho hasta cierto punto pero atractivo, capaz de estimular la curiosidad del espectador a fuerza de la sorpresa de turno. Concretamente hablamos de un film germano que esquiva los rasgos autóctonos de nuestros días (es decir, esa suerte de “lavada de cara” de la Nueva Ola Alemana de los 70 y 80, ahora reconvertida hacia una fastuosidad polirubro que hace lo que puede para competirle a Hollywood), y adopta en cambio el típico armazón del cine francés, con citas nada sutiles a François Truffaut (narrador omnisciente, abundancia del engranaje epistolar, personajes de impronta humanista, vaivenes emocionales de todo tipo, etc.). Hoy la trama invierte la polaridad de Jules y Jim (Jules et Jim, 1962) para presentarnos el triángulo amoroso entre las hermanas Caroline y Charlotte von Lengefeld y el poeta/ dramaturgo Friedrich Schiller. El director Dominik Graf, de extensa trayectoria televisiva, arrastra algunos vicios de la pantalla chica al opus, como el fetiche para con el lujo aristocrático, la triste sobriedad en lo que respecta al apartado “sensualidad” y el ardid de ofrecer un desarrollo dinámico pero al mismo tiempo muy enrevesado. Aun así, la historia sale airosa del atolladero en el que se mete el realizador por querer replicar los detalles más anacrónicos del “enclave Truffaut”, en especial gracias a la labor del trío protagónico (Hannah Herzsprung, Henriette Confurius y Florian Stetter) y al enorme corazón del convite, el cual coquetea lúdicamente con la verborragia, los tabúes sociales, la Revolución Francesa y las ruinas del cariño fraternal…
Un largo culebrón germano Una película a la que le sobran palabras y muchos minutos de metraje, provenga de donde provenga, refleja las mismas falencias que cualquier obra con pretensiones artísticas como Amadas hermanas (2014), coproducción entre Alemania, Austria y Suiza, dirigida por Dominik Graf y protagonizada por un elenco sólido encabezado por: Hannah Herzsprung, Henriette Confurius y Florian Stetter, funcional a la dinámica de un triángulo amoroso. El cruce epistolar entre el poeta Friedrich Schiller con Caroline y Charlotte von Lengefeld es uno de los ejes dramáticos por los que transita este drama devenido, con el correr de los minutos, en culebrón germano. Poco puede encontrarse de novedoso en una relación de tres, tirante por momentos y clandestina por otros, que se origina a partir de un pacto de amistad entre las dos hermanas y el dramaturgo, pero que no puede ocultar sus aristas de pasión entre los involucrados. El condimento es que Caroline ya tiene esposo y Charlotte necesita imperiosamente de uno, tal como predica su madre para salvarse económicamente. Sin embargo, el poeta contemporáneo de Goethe, lejos de garantizar la seguridad económica de la muchacha, supone también para el círculo de Weimar un problema más que una solución, debido a su pensamiento libertario y sus ideas poco conservadoras. El contexto en el que se desarrolla la acción marca el apogeo de Schiller en el campo literario, allá por 1789, fecha clave para la revolución francesa, sumado el recurso de una voz en off que intenta actuar como crónica de época con apuntes descriptivos que no hacen otra cosa que agregar minutos a una trama que de por sí no soporta la excesiva extensión que el director Dominik Graf se empeña en sostener. Sin escapar de cierto lastre televisivo, regodeo en zonas lacrimógenas y estallidos de cólera entre las mujeres, por momentos tampoco de encuadres preciosistas con aires pictóricos, Amadas hermanas no logra evadir el estereotipo y el cliché de todo triángulo amoroso sea de época, como en este caso, o contemporáneo, porque la melodía siempre parece ser la misma.
Ella y/o la otra Un atractivo melodrama de época sobre la historia real del poeta alemán Friedrich Schiller y su relación amorosa con las dos hermanas del título. El realizador alemán más conocido por sus trabajos en televisión –y por su extraordinario episodio del film colectivo Dreileben- estrenó en la Competencia Oficial del Festival de Berlín 2014 un proyecto también originado en la TV (de 170 minutos de duración) que luego comenzó un recorrido internacional en una versión más corta de casi 140 minutos. Se trata de la historia del escritor y poeta alemán Friedrich Schiller centrado en su relación amorosa con dos hermanas con las que compartió buena parte de su corta vida. El punto de vista del film es de las mujeres, que se enamoran ambas del promisorio autor, pero como una ya está casada (por interés económico, ya que su familia está en apuros), el hombre contrae matrimonio con la otra, aunque el “trío” no durará feliz mucho tiempo. Graf logra una notable pintura de los personajes y especialmente de una época (fines de siglo XVIII, principios del XIX) de fuertes cambios culturales, sociales y políticos. Con un estilo por momentos hasta demodé (uso constante de la música, del zoom, de la voz en off), Graf le da al film un espíritu novelesco y, si bien nunca profundiza en el universo del escritor alemán, logra armar una compleja historia en la que las relaciones íntimas se van viendo afectadas, cada vez más, no sólo por los dilemas morales de la institución matrimonial sino también por las cambiantes circunstancias políticas y económicas de la época.
Una telenovela histórica A esta altura ya se podría hablar de un género nuevo cuando un director utiliza la figura de un artista como punto de partida para contar una historia de amor que sea de interés para el público con sed de chismes históricos. Amadas hermanas (Die geliebten Schwestern, 2014) viene a engrosar la lista sin destacarse entre otras producciones con la misma temática. Con una prolífica producción televisiva a cuestas, el alemán Dominik Graf entrega Amadas hermanas, un relato ficcional que toma la figura del célebre escritor Friedrich Schiller para la historia de un trío amoroso a finales del siglo XVIII. Junto a Johann Wolfgang Goethe, Schiller es considerado uno de los dos exponentes más notorios de la literatura alemana en un período convulsionado que se caracterizó por marcar el nacimiento del clasicismo y el romanticismo al calor de los cambios políticos cuya expresión más sangrienta se vivía en Francia. Graf dejó de lado la amistad de estos escritores, que apenas se menciona en los 170 minutos, para darle espacio a la relación entre Schiller y dos hermanas pertenecientes a la aristocracia que han caído en la desgracia financiera luego de que su padre pereciera. En este contexto, la menor de ellas se enamora de Shiller y de su apasionante retórica oponiéndose a las intenciones de su madre, una señora que no acepta su nueva condición y quiere volver a aquella vida de opulencia. El conflicto surge cuando su hermana, casada con un militar de buena posición, también cae rendida ante los encantos de Schiller. Lo que primero empieza como un juramento de compartirlo todo entre ellas, incluso al hombre en cuestión, deviene en celos y el inevitable alejamiento. En este punto, Amadas hermanas abraza al melodrama dejando de lado al costado más trágico de la historia para convertirse en un soporífero collage de secuencias que parecen provenir de una publicidad de perfumes. El director se mueve cómodo en un formato que se acerca más al televisivo que al cinematográfico y utiliza algunos recursos más que interesantes como romper la cuarta pared para ilustrar los cambios epistolares entre los protagonistas y una voz en off omnipresente que nos ubica en los diferentes sitios donde transcurren los acontecimientos. Sin embargo, esto no es suficiente y Amadas hermanas resulta un relato redundante y aburrido. El director pretende crear un paralelismo entre la historia que narra en el film y la obra de Shiller y a la vez traducir en imágenes parte de su pensamiento pero queda solo en el terreno de la intención y descuida a los personajes. Estos no logran generar sentimiento alguno ni con el guión ni mediante la utilización de la música, apenas perceptible. Luego de casi tres horas, la mejor conclusión es que, para conocer a Schiller, es recomendable acercarse a su obra escrita y no quedarse con un film que se asemeja a una telenovela con aires de grandeza poética.
Un film de Dominik Graf creado como miniserie para televisión, ahora como film, que cuenta con una rigurosa reconstrucción de época la pasional relación amorosa entre las hermanas del título y el poeta y escritor Friedrich Schiller. Un triángulo amoroso distinto, donde prima la generosidad, el pacto, pero también los riesgos de un vinculo tan profundo como desatado.
Schiller y sus dos mujeres Es imposible empezar a hablar de Amadas hermanas, extenso relato acerca del vínculo del poeta Friedrich Schiller con las hermanas von Lengefeld, dirigida por Dominik Graf, sin hacer mención el hecho de que la película fue seleccionada para representar este año a Alemania en la precandidatura al Oscar para producciones en lengua extranjera. Toda una curiosidad que –teniendo en cuenta que el cine alemán estrenó en 2014 películas como Ave Fénix de Cristian Petzold– permite pensar que la elección pudo haber pasado más por el carácter de retrato de uno de los dos nombres inmortales de las letras alemanas antes que por lo estrictamente cinematográfico.Porque si una sensación va ocupando espacio en la consideración de la película a medida que avanza es la de estar frente a un producto pensado con reglas televisivas, a la manera de los grandes teleteatros históricos que suelen ser los productos estrella de muchos canales. Desde los tiempos narrativos y ciertos recursos visuales o de montaje (fundidos, superposición de imágenes, teatrales alocuciones a cámara), al tono y el registro de las actuaciones, son varios los elementos que se van acumulando para sostener esa sensación creciente. Es cierto que Graf posee algunos antecedentes de interés como cineasta (su película Los amigos de los amigos formó parte este año del ciclo Revolver en la Sala Lugones), pero el grueso de su carrera en los últimos veinticinco años se ha concentrado justamente en gran cantidad de trabajos para televisión. Lo mismo se puede constatar en la foja curricular de sus colaboradores más cercanos en las áreas de fotografía, música, montaje o diseño de producción, por mencionar algunos, y tal vez así se expliquen esa impresión de estar viendo tele a lo grande y cierta rigidez narrativa.Todo eso no convierte a Amadas hermanas en un mal producto, porque ciertamente consigue ser clara para contar una historia no exenta de complicaciones, con actuaciones correctas y una modesta eficiencia en la reconstrucción histórica. Sin embargo, desde lo cinematográfico luce un poco antigua a partir de algunas decisiones que le quitan agilidad narrativa y que pueden ponerse en discusión. La película reconstruye el vínculo de Schiller con Charlotte von Legenfeld –quien fuera su esposa– y su hermana Caroline –que fuera su amante–, haciendo especial hincapié en el carácter epistolar de la relación. Al contrario de lo realizado por Stephen Frears en su adaptación de 1988 de Las amistades peligrosas (novela epistolar por antonomasia del francés Pierre Choderlos de Laclos), quien evitaba casi por completo poner a las cartas en el centro del relato, Graf se demora en reproducir de diferentes maneras los momentos en que los personajes se entregan a la lectura o la escritura de sus esquelas. Una decisión meramente ornamental que no sólo no aporta mucho desde lo dramático, sino que recarga a la película con un aire barroco que demora la acción, haciendo que las casi dos horas y media se conviertan en un exceso.
La agitada vida sentimental de Schiller "Vamos a suponer que fue así, propone a cierta altura el narrador de esta historia. Ya para entonces hace rato que estamos creyendo que fue así, pero conviene saber que esto del triángulo amoroso de Friedrich Schiller con dos hermanas es apenas una suposición. Algunos investigadores lo consideran posible. Una se convirtió en su esposa, la otra en la cuñada que pasaba largo tiempo de visita (y a una el poeta llamó Sabiduría, y Ardor a la otra). En todo caso, parece que la biógrafa de Schiller, que casualmente era una de esas hermanas, destruyó las cartas comprometedoras. Hoy para muchas personas publicar sus amores y amoríos es motivo de orgullo, y hasta de envidia ajena y buen negocio. Pero a fines del siglo XVIII, comienzos del XIX, primaba la discreción. La película nos pone en clima con el quejido de un carro durante los títulos. Ahí va la hija menor de la viuda von Lengefeld, a casa de su madrina, amante secreta de Goethe. "Charlotte no se da cuenta de su valor en el mercado", dice la señora, tratando de inculcarle modales para conseguir marido. Y es cierto. Lo único que la chica consigue es un poeta pobretón, que encima debe compartir con la hermana mayor. Bueno, poeta y también dramaturgo, ensayista, historiador, baladista, sin plata ni títulos de nobleza pero apreciado a la par de Goethe por casi todos los alemanes de entonces. La película ilustra el encuentro de ambos genios en una escena bastante curiosa (ya había cholulos, pero se mantenían a la debida distancia), y también el interés de Schiller por los avances de la imprenta. "¡Ideas encuadernadas para todos!", se entusiasma. En cambio, la Revolución Francesa lo decepciona. Le espanta ver un cuadernillo de dibujos de ejecuciones, editado a beneficio de los propios asesinos. Y le inquieta la inocencia de los progresistas. "Todos los que hablamos de Renovación debimos haberlo previsto", reflexiona al conocer esos desbordes. También en materia sentimental fue idealista e imprevisor, por no decir otra cosa. De eso habla esta obra, detallando los vaivenes de su relación con las dos muchachas, con una baronesa que lo mantenía, y otra gente allegada, incluso cuatro hijos, a lo largo de 14 años. Algunos espectadores reclamarán más escenas eróticas, aunque la noble mencionada contribuye debidamente. O más atención a la abundante labor literaria de Schiller en esos años. Pero recordemos que esta película de 138 minutos es una reducción de una miniserie de 170. Quién sabe lo que habrá quedado en la mesa de edición. Por suerte igual se aprecian muy bien las actuaciones, la construcción y evolución de personajes, la dirección de arte, las costumbres, los lugares, y la intención del autor, el ya veterano Dominik Graf. A señalar, las secuencias de intercambio de cartas, la escena de la clase maestra en la Universidad de Jena, donde se reproduce fielmente una hermosa pieza oratoria, y el elenco femenino: Hanna Herzsprung, la hermana mayor, vista en "4 minutos", Henriette Confurius, la menor, Claudia Messner, la madre, Maja Maranow, la madrina, y en especial Anne Schaffer, la efusiva y desahuciada baronesa von Kalb.
La lista de Schiller La relación amorosa entre el poeta y las hermanas Von Legenfeld no profundiza en el vínculo ni en la obra del filósofo. El poeta Friedrich Schiller se enamoró de las hermanas Von Legenfeld, Charlotte y Caroline. Se casó con la primera, pero los momentos de mayor pasión parece que los tuvo con la hermana, o sea su cuñada, que estaba casada. Es importante saber -o al menos el prolífico director de TV Dominik Graf así lo creyó necesario- que Charlotte y “Line” se habían juramentado, años antes de que Schiller se cruzase en sus caminos, no ocultarse nunca nada, y estar más unidas que con sus propios esposos. [[CONTENT:CLAVID20150826_0028]] Ya lo dice el tango, hoy un juramento, mañana una traición, y las cosas comienzan a complicarse para el trío de personajes, que valga la aclaración inmediata, nunca hicieron uno. La versión original de Amadas hermanas es de 170 minutos, porque así fue pensada para la TV alemana. Desde que se presentó en el Festival de Berlín, la copia que da vueltas por el mundo es la de estos cansinos 140 minutos. Porque la película, obviemos el formato de declamación a cámara, u otros propios de las reglas de la TV, no profundiza en la escritura del filósofo y dramaturgo. Y tampoco ofrece una mirada jugada sobre la relación entre los tres protagonistas. ¿Qué queda, entonces? Puros ornamentos, lecturas y frases hechas, una ambientación correcta, mujeres que sufren y un intercambio epistolar incesante, ya que el WhatsApp no existía en la segunda mital del siglo XVIII, que les hubiera ahorrado, por lo menos, tiempo.
Debo decir que entré a sala con mucha expectativa, la perspectiva de ver una historia de dos mujeres, hermanas, enamoradas del mismo hombre, siendo este nada menos que Friedrich Schiller, gran exponente de las letras alemanas del siglo XVIII. prometía. Dominik Graf, quien nos trae su tercer largo (hace más de diez años que está con proyecto televisivos en su país natal desde "Der Felsen" en 2002), elige un camino no tan atractivo, para caracterizar un drama romántico de época, fatalmente extenso. Como cineasta, se toman decisiones en virtud de la idea que se quiere transmitir. Seguramente Graf se interesó no por desarmar lo visceral de la situación sentimental desde la pasión misma (un triángulo inaceptable para cualquier época) sino por la transgresión desde lo social y la descripción de un cuadro familiar, complejo y desbalanceado. En esa vuelta, nuestras hermanas transmiten su historia, con un particular y apagada letanía, algo extraño para el voltaje que uno espera de dicha situación. La trama es la de dos hermanas (una casada y la otra no), Charlotte (Henriette Confurius) y Caroline (Hannah Herzsprung) que van a caer rendidas ante el joven y pobre (no tenía recursos económicos en esos tiempos), Schiller (Florian Stetter). Y si bien en esos tiempos había cierta apertura y toma de riesgos, no era para que un triángulo pasara desapercibido... Nuestro joven poeta realmente se enamora de las dos, y una vez que las condiciones están dadas, genera el acuerdo de compartir el espacio y la relación, los tres juntos, en una salida que ya sabemos no es de fácil aceptación. La dirección de arte y vestuario, por supuesto, está acorde a una gran producción. La banda de sonido acompaña con acierto pero aún así, la aguja apenas mueve el amperímetro. Inexplicablemente "Amadas hermanas" es una historia sin erotismo. Palabras, cartas, gestos, son marcas de lo vivido, pero no mucho más. Los protagonistas desfilan con prestancia pero sin buenas líneas para compartir y todo se hace lento y demasiado simple, con pocos puntos de interes para el espectador. Llama la atención que los planteos sociales y culturales, (la llegada de la imprenta, por ejemplo) y las discusiones entre la burgesía, no logran tampoco hacer despegar el film. Además, tampoco se profundiza la veta física de la concreción, con lo cual todo termina en un ejercicio descriptivo prolijo, pero sin alma. Los paisajes son hermosos, pero no aportan más que fondo. El cine alemán tiene exponentes intensos en corrientes nuevas, pero en esta oportunidad creemos que no se encuentran presentes aquí. Lejos de lo esperado, "Amadas hermanas" luce poco flexible y fría. Sólo para fanáticos del cine europeo.
La historia de amor entre el célebre escritor Friedrich Schiller en la Alemania del 1.700 y las hermanas Charlotte y Caroline prometía mucho más en los papeles. Pero, en rigor, la película se va en papeles. Es que todo transcurre más entre las cartas que se envían los tres que entre besos y sábanas, que hubiese sumado pasión al filme de Dominik Graf. La trama, con voces en off excesivas e innecesarias, se torna más lenta de lo que ya es y dilata demasiado la resolución de los conflictos. Todo comienza con la desesperación de una madre que, como era muy común en aquellos años, hace lo imposible para que sus hijas se casen con un hombre de fortuna y los salve a todos de la pobreza. El casamiento pasa a ser un negocio o una inversión a largo plazo. Las hermanas Charlotte y Caroline están fuertemente unidas, incluso hasta juraron un pacto para ratificar ese vínculo. Cuando aparece Schiller, pobre y escritor, y les declara que está enamorado de ambas, ellas deciden compartir esa relación. Pero el nudo dramático no llega a explotar nunca, y sólo las buena fotografía saca a flote la película.
NO CUALQUIER TRIÁNGULO “Es importante, cuando se ama, que haya obstáculos para ser superados”. La frase que, al principio, se plantea como una declamación del triángulo amoroso se vuelve decisiva, incluso categórica, y funciona en varios niveles del discurso. Porque no sólo puede pensarse a partir de la peculiar relación entre las hermanas von Lengefeld y el poeta y dramaturgo Friedrich Schiller, sino también en los vaivenes de la unión entre ellas. Ya se anticipa desde el título: Amadas hermanas enfatiza el vínculo casi inquebrantable entre Charlotte y Caroline, lazo que se intensifica con la promesa de ambas de confianza y confidencialidad, antes del casamiento por conveniencia de ésta última con Friedrich von Beulwitz. La infelicidad de Caroline “Line” se revierte por las noticias de Charlotte “Lollo” sobre su viaje hacia Weimar para convertirla en una dama de la corte y sobre algunas infidencias del lugar que su hermana le comenta. El inicio de ciertas dificultades aparece cuando “Line”, de visita en Weimar, le contesta una carta a Schiller como si fuera Charlotte. De allí en más, los tres empiezan una relación profunda, honesta y abierta; un amor intenso encarnado en múltiples misivas codificadas con círculos, líneas y triángulos. Pero la frase del comienzo se resignifica con el paso del tiempo, en las capas que va desmontando el director Dominik Graf, donde esa apertura fresca, incluso ingenua, del inicio se torna un tanto más brumosa, con algunos secretos o elipsis que resquebrajan una promesa de eternidad. De la misma forma, se puede considerar que el eje de la película también realiza un corrimiento: si bien el tema continúa siendo la relación entre ellas, el flaqueo en el cumplimiento del juramento o el juego de seducción del triángulo, se percibe que, tras el casamiento entre Charlotte y Friedrich, el ojo de la lente se enfoca más en el poeta y sus proyectos relegando un poco a las hermanas. De esta manera, esa segunda parte del filme se detiene y examina en mayor medida el contexto histórico, los años posteriores a la Revolución Francesa, su relación con el poeta y dramaturgo Johann Wolfgang von Goethe, las publicaciones, el debilitamiento de su salud, las clases en Jena, la revista Die Horen o la ayuda a Caroline para la publicación de Agnes von Lilien, su obra en forma anónima. “Es la trinidad de Schiller la que siempre he estado buscando”, les confiesa el poeta a ambas hermanas, como si con ello sellara la unión. Y en verdad, lo hace. Porque el pacto permanece vivo, incluso, en la crisis o en una suerte de traición y egoísmos. Allí, el obstáculo parece imposible de sortear y, en efecto, su desafío se vuelve más excitante que nunca. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar
Hermanas, esposas y amantes NdR: esta crítica fue realizada sobre una copia de 170 minutos, y no sobre la de 138 que se estrenó comercialmente en Argentina. El alemán Dominik Graf es un realizador de gran experiencia, especialmente en producciones televisivas. Y un poco de esa impronta de la pantalla chica se filtra en el trabajo visual de Amadas hermanas, extensísimo drama romántico centrado en el romance triangular que protagonizaron sobre fines del Siglo XVIII el escritor Friedrich Schiller y las hermanas Charlotte y Caroline von Legenfeld; su esposa y su amante, respectivamente. Un drama romántico que no puede olvidar su carácter de film de época correctamente ilustrado y de recreación de sucesos más o menos certificados, pero que sin embargo invoca un poco de manera fragmentaria un humor algo sardónico que sirve para aligerar situaciones y personajes. Y que provoca en algunos pasajes algo de extrañeza, como de una sátira no del todo bien trabajada y dispuesta un poco improvisadamente contra una narración mucho más calculada. La disposición de los personajes dentro del cuadro, la utilización de la luz, unos inter-títulos móviles algo berretas y el uso del montaje con encadenados (algunos un tanto vergonzosos) evidencian la presencia de un proyecto pensado para televisión, aunque también dan una idea de algo teatral en la exposición de estos eventos: puertas que se abren y cierran, una cámara que panea hacia los costados como quien otea el ancho de un escenario. Si Amadas hermanas se piensa desde un punto de vista cinematográfico, tal vez sea a partir de una sumatoria de anécdotas sentimentales que se relacionan con aquellos seriales de primera mitad del Siglo XX. Casi como en una miniserie, incluso trabajando los giros y la información como en tres grandes bloques, el primero es el más ligero y satisfactorio, con las hermanas y el escritor descubriéndose en esta pasión de a tres, y el último es el más grave y barroco, aumentando el drama de los personajes y cayendo en intensidades que no ayudan a comprometerse con los protagonistas. Casi de manera obligatoria, porque toda biografía sobre artistas lo reza, la última parte será donde las enfermedades que amenazaban durante todo el relato aparecen en su peor forma. Sin embargo, ese humor no del todo definido es lo que ejerce un contrapoder dentro del relato que impide trasladar las acciones al terreno del drama más académico. Pero Amadas hermanas habla del amor, de la tragedia del desamor y de los roles sociales que nos imponen conductas, especialmente en tiempos de cambios tan fuertes con la presencia de la Revolución Francesa como episodio clave: la hermana soltera se casa con el escritor para que su hermana -casada- pueda estar cerca del cuñado, todo en un marco de notable inseguridad para la realeza y los caracteres monárquicos. A Graf le interesa más ese detrás de escena de cierta clase alta horrorizada, decadente y al borde la extinción, que los vericuetos intelectuales de Schiller y su trabajo como escritor. De hecho, si algo de la literatura le interesa es la aparición del libro como objeto y su mayor reproducción como producto de consumo. Ese carácter administrativo es también el que toma posesión del triángulo amoroso, que no elude bajo la mirada del director y guionista cuestiones como los celos y la obsesión, pero que al fin de cuentas se define a partir de los roles (políticos y sociales) que cada hermana está dispuesta a jugar. En todo caso Amadas hermanas no ofrece un punto de vista cerrado sobre lo que cuenta, no busca explicaciones psicologistas y en esa apuesta resulta mucho más libre en el trato hacia sus personajes: al final confesarán que nunca entendieron muy bien por qué hicieron lo que hicieron. Un amor particular con sus particularidades, que exigía una concentración mayor y donde los excesivos 170 minutos llevan al espectador por múltiples subtramas que no siempre resultan pertinentes o dignas de interés. El último plano intenta extender su reflexión al terreno del metalenguaje, pero ya es lo suficientemente tarde como para que uno exija un cierre decoroso del telón.
Caroline y Charlotte son dos hermanas alemanas del siglo XVIII muy unidas, a tal punto que hicieron un pacto para compartirlo absolutamente todo antes que Caroline se case para salvar económicamente a su familia. Por esas cosas de la vida, el destino pondrá a prueba ese pacto entre ellas cuando un joven poeta llamado Friedrich Schiller entre en la vida de las hermanas, para así desencadenar un triángulo amoroso. ¿Podrán compartir el amor entre ellas? Hermanas en lo bueno y en lo malo Amadas Hermanas nos presenta una historia basada en un fuerte mito que existió en su momento, sobre la relación de uno de los dramaturgos más importantes de la historia de Alemania: Friedrich Schiller, con Caroline von Wolzogen, hermana de su esposa Charlotte. Según el rumor, las hermanas von Lengefeld se enamoraron de Friedrich, quien a su vez se enamoró de Caroline, aunque ella ya estaba casada por interés económico, pero Charlotte aceptó casarse con el poeta así Caroline y Schiller podían verse en secreto. Todo esto no es más que una leyenda basada en una carta que se encontró, pero no existe ninguna prueba que fundamente dicha historia. Lo que sí existe es esta adaptación de la leyenda, que a pesar de contar con una recreación fantástica de la Alemania de fines del siglo XVIII, no ofrece demasiado en otros aspectos audiovisuales. Dotada de una narración caótica y hasta confusa, los eventos suceden demasiado rápido, y no da tiempo al espectador de poder relacionarse en demasía con la historia y así poder sentir empatía con los personajes. La vertiginosidad que decidió impregnar al relato el director Dominik Graf no hace más que confundir al espectador con tantos nombres y sucesos que transcurren con demasiada velocidad. Por momentos se siente como si estuviéramos al frente del televisor viendo una de las novelas de la siesta. Sorprende que Amadas Hermanas haya sido seleccionada para representar a Alemania en los Oscar como Mejor Película de Habla no Inglesa. No quedan dudas que en el país teutón existen mejores propuestas que esta engorrosa adaptación símil telenovela, pero quizás los personajes históricos con los que trata la historia convencieron de que poner en carrera a esta cinta era una buena idea. Como si todo esto no fuera suficiente, la cinta no nos brinda actuaciones demasiado creíbles, y ningún actor logra destacarse con una buena labor, a pesar de contar con escenas dramáticas. A la postre comete el error de durar dos horas y dieciocho minutos, los cuales se hacen bastante largos, no porque la cinta sea aburrida, sino porque no logra generar demasiado interés por el devenir de los personas y su trágica historia. Conclusión Amadas Hermanas es una película regular, que cumple con lo justo para lograr que no nos durmamos durante las casi dos horas y veinte que dura la propuesta. Con actuaciones poco logradas, una dirección confusa y caótica, y un guión que no supo hacer hincapié en demasiados momentos, la historia del triángulo amoroso de Schiller y las hermanas von Lengefeld pasa con más pena que gloria por los cines. Recomendada para ver en casa nada más.
El amor en tiempos turbulentos La película del alemán Dominik Graf intenta recrear el espíritu de una época, la del Clasicismo de Weimar, período que comprende finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, durante la regencia de Ana Amalia de Brunswick-Wolfenbüttel y de su hijo, el duque Carlos Augusto de Sajonia-Weimar-Eisenach, quien empleó en su corte a varios artistas e intelectuales, dándoles seguridad económica y libertad para desarrollar sus ideas. Muchas figuras importantes de la historia cultural alemana obtuvieron los favores del aristócrata, pero la crónica destaca especialmente a dos de ellos: Johann Wolfgang von Goethe y Johann Christoph Friedrich von Schiller, impulsores del prerromanticismo. Fue una época de oro para las artes y las ciencias, bajo las directivas del duque, quien practicaba lo que se dio en denominar el “despotismo ilustrado”. En ese marco, en el que Europa experimentaba fuertes convulsiones sociales, con una nobleza en crisis y vientos revolucionarios que soplaban desde Francia hacia todos sus vecinos, Alemania no podía ser indemne al influjo de las nuevas ideas que buscaban, entre otras cosas, darles más importancia a las libertades individuales. El relato que asume Graf está basado en las cartas que Schiller escribió a las hermanas Caroline y Charlotte von Lengefeld, integrantes de una familia noble que atravesaba un período complicado desde la muerte del padre. Como consecuencia de lo cual, la madre decide gestionar un casamiento por conveniencia con un noble adinerado para Caroline y enviar a Charlotte a Weimar a recibir la educación impartida en la corte del duque, en su caso, de parte de una de las amantes de Goethe. Allí en Weimar, donde Schiller deambulaba tratando de captar la atención del mecenas, el joven poeta toma contacto con las hermanas y entre ellos surge una amistad que pronto se decanta por una pasión amorosa que adquiere características de triángulo. Con un gran cuidado en las formas, en la recreación de una época y en la caracterización de los personajes, Graf propone una mirada más intimista sobre uno de los personajes clave de la historia cultural alemana, poniendo el acento en su particular mundo afectivo, donde se observa una ausencia de compromisos familiares y una conducta inclinada a granjearse los favores de mujeres casadas que le proporcionaban el sustento para sobrevivir, ya que carecía de fortuna personal. Lo muestra con una imagen de joven sensible y amable, pero con rasgos de especulador y oportunista. Sin embargo, el joven Schiller (un correcto Florian Stetter) logra entablar una relación estable con las dos hermanas, aunque no exenta de pasiones y encontronazos, que atravesó períodos de calma y otros turbulentos. Schiller formalizó matrimonio con Charlotte, la más reposada de las dos, pero vivió paralelamente un vibrante romance con Caroline, quien no encontraba en su matrimonio por conveniencia el ámbito apropiado para encauzar sus inquietudes románticas y también literarias. La historia de “Amadas hermanas” está impregnada de esas ideas que caracterizaron al Clasicismo de Weimar y que ya preanunciaban lo que sería el romanticismo posterior, con una importante influencia de la Revolución Francesa y sus secuelas sangrientas. Graf es un director que ha desarrollado una prolífica carrera en el ámbito de la televisión, y esta película presenta un formato bastante compatible con la estructura de una miniserie o telenovela, aspecto que algunos marcan como una desventaja. También se le reprocha una duración excesiva y cierto barroquismo expresivo. Pese a esas características, que podrían considerarse debilidades, la película es sólida, de buena calidad audiovisual, con un uso adecuado de las imágenes y de la marca musical para reforzar el contenido emocional por el cual va atravesando la anécdota, enfocada principalmente en los aspectos subjetivos y psicológicos que motivan a los personajes. Y finalmente, hay que destacar el impecable registro actoral de las tres mujeres que le dan soporte al relato, que son las hermanas y la madre, a cargo de Hanna Herzsprung (Caroline), Henriette Confurius (Charlotte) y Claudia Messner (la madre), quienes encarnan el poder femenino en ciernes.