Amadas hermanas

Crítica de Laura Osti - El Litoral

El amor en tiempos turbulentos

La película del alemán Dominik Graf intenta recrear el espíritu de una época, la del Clasicismo de Weimar, período que comprende finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, durante la regencia de Ana Amalia de Brunswick-Wolfenbüttel y de su hijo, el duque Carlos Augusto de Sajonia-Weimar-Eisenach, quien empleó en su corte a varios artistas e intelectuales, dándoles seguridad económica y libertad para desarrollar sus ideas.

Muchas figuras importantes de la historia cultural alemana obtuvieron los favores del aristócrata, pero la crónica destaca especialmente a dos de ellos: Johann Wolfgang von Goethe y Johann Christoph Friedrich von Schiller, impulsores del prerromanticismo.

Fue una época de oro para las artes y las ciencias, bajo las directivas del duque, quien practicaba lo que se dio en denominar el “despotismo ilustrado”.

En ese marco, en el que Europa experimentaba fuertes convulsiones sociales, con una nobleza en crisis y vientos revolucionarios que soplaban desde Francia hacia todos sus vecinos, Alemania no podía ser indemne al influjo de las nuevas ideas que buscaban, entre otras cosas, darles más importancia a las libertades individuales.

El relato que asume Graf está basado en las cartas que Schiller escribió a las hermanas Caroline y Charlotte von Lengefeld, integrantes de una familia noble que atravesaba un período complicado desde la muerte del padre. Como consecuencia de lo cual, la madre decide gestionar un casamiento por conveniencia con un noble adinerado para Caroline y enviar a Charlotte a Weimar a recibir la educación impartida en la corte del duque, en su caso, de parte de una de las amantes de Goethe.

Allí en Weimar, donde Schiller deambulaba tratando de captar la atención del mecenas, el joven poeta toma contacto con las hermanas y entre ellos surge una amistad que pronto se decanta por una pasión amorosa que adquiere características de triángulo.

Con un gran cuidado en las formas, en la recreación de una época y en la caracterización de los personajes, Graf propone una mirada más intimista sobre uno de los personajes clave de la historia cultural alemana, poniendo el acento en su particular mundo afectivo, donde se observa una ausencia de compromisos familiares y una conducta inclinada a granjearse los favores de mujeres casadas que le proporcionaban el sustento para sobrevivir, ya que carecía de fortuna personal.

Lo muestra con una imagen de joven sensible y amable, pero con rasgos de especulador y oportunista. Sin embargo, el joven Schiller (un correcto Florian Stetter) logra entablar una relación estable con las dos hermanas, aunque no exenta de pasiones y encontronazos, que atravesó períodos de calma y otros turbulentos.

Schiller formalizó matrimonio con Charlotte, la más reposada de las dos, pero vivió paralelamente un vibrante romance con Caroline, quien no encontraba en su matrimonio por conveniencia el ámbito apropiado para encauzar sus inquietudes románticas y también literarias.

La historia de “Amadas hermanas” está impregnada de esas ideas que caracterizaron al Clasicismo de Weimar y que ya preanunciaban lo que sería el romanticismo posterior, con una importante influencia de la Revolución Francesa y sus secuelas sangrientas.

Graf es un director que ha desarrollado una prolífica carrera en el ámbito de la televisión, y esta película presenta un formato bastante compatible con la estructura de una miniserie o telenovela, aspecto que algunos marcan como una desventaja. También se le reprocha una duración excesiva y cierto barroquismo expresivo.

Pese a esas características, que podrían considerarse debilidades, la película es sólida, de buena calidad audiovisual, con un uso adecuado de las imágenes y de la marca musical para reforzar el contenido emocional por el cual va atravesando la anécdota, enfocada principalmente en los aspectos subjetivos y psicológicos que motivan a los personajes.

Y finalmente, hay que destacar el impecable registro actoral de las tres mujeres que le dan soporte al relato, que son las hermanas y la madre, a cargo de Hanna Herzsprung (Caroline), Henriette Confurius (Charlotte) y Claudia Messner (la madre), quienes encarnan el poder femenino en ciernes.