Amadas hermanas

Crítica de Emiliano Fernández - A Sala Llena

¿Un triángulo a la alemana?

Más allá de su apego a las convulsiones cotidianas y/ o su distancia para con algún criterio de verdad que resulte mínimamente asequible, no se puede negar la capacidad descriptiva de los estereotipos, los cuales suelen actuar como “resúmenes” de determinados estados de ánimo, situaciones o idiosincrasias (algo parecido podría decirse de los insultos, otro ejemplo de esta preeminencia de un molde retórico preconcebido y de alcance masivo). Pensemos por un momento en los clichés cinematográficos aplicados a las nacionalidades, léase ese conjunto de características que acompañan a películas con un origen semejante, en esencia una fórmula -simple aunque eficaz- que pretende englobar similitudes específicas.

Para bien o para mal, los rasgos en común enmarcan tanto la producción como la recepción de las obras, despertando expectativas en los dos extremos del ámbito artístico. Así como el quiebre de la horma prefijada por lo general es visto como un gesto positivo por algunos consumidores, no siempre la faena rinde sus frutos o se vincula con un éxito inmediato. Amadas Hermanas (Die Geliebten Schwestern, 2014) pone de relieve cómo esa especie de “incompatibilidad” entre estirpe y lenguaje puede suscitar propuestas desparejas, cuyo interés principal es -paradójicamente- su carácter híbrido, maltrecho hasta cierto punto pero atractivo, capaz de estimular la curiosidad del espectador a fuerza de la sorpresa de turno.

Concretamente hablamos de un film germano que esquiva los rasgos autóctonos de nuestros días (es decir, esa suerte de “lavada de cara” de la Nueva Ola Alemana de los 70 y 80, ahora reconvertida hacia una fastuosidad polirubro que hace lo que puede para competirle a Hollywood), y adopta en cambio el típico armazón del cine francés, con citas nada sutiles a François Truffaut (narrador omnisciente, abundancia del engranaje epistolar, personajes de impronta humanista, vaivenes emocionales de todo tipo, etc.). Hoy la trama invierte la polaridad de Jules y Jim (Jules et Jim, 1962) para presentarnos el triángulo amoroso entre las hermanas Caroline y Charlotte von Lengefeld y el poeta/ dramaturgo Friedrich Schiller.

El director Dominik Graf, de extensa trayectoria televisiva, arrastra algunos vicios de la pantalla chica al opus, como el fetiche para con el lujo aristocrático, la triste sobriedad en lo que respecta al apartado “sensualidad” y el ardid de ofrecer un desarrollo dinámico pero al mismo tiempo muy enrevesado. Aun así, la historia sale airosa del atolladero en el que se mete el realizador por querer replicar los detalles más anacrónicos del “enclave Truffaut”, en especial gracias a la labor del trío protagónico (Hannah Herzsprung, Henriette Confurius y Florian Stetter) y al enorme corazón del convite, el cual coquetea lúdicamente con la verborragia, los tabúes sociales, la Revolución Francesa y las ruinas del cariño fraternal…