Alvin y las ardillas 4: aventura sobre ruedas

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Volvieron. A alguien se le acabó la plata para champagne, yates y restoranes caros así que volvieron a producir otra. ¡Y va la cuarta entrega! En este caso, “Alvin y las ardillas: Aventura sobre ruedas.

Alvin, Simon y Theodore disfrutan de fama y fortuna. Les va bien a las ardillitas. Son felices, tienen todo lo que quieren, y encima Dave (Jason Lee) sigue tan "buenudo" como siempre y les permite todo. Hablan hasta por los codos y lo peor, cantan. Siguen cantando. Una sola de ellas ya es irritante, las tres juntas es como tener un piquete de 70 cigarras nocturnas en el oído. “Pero a los chicos les gusta. Arrastran a los padres al cine para verlas”.

Los guionistas Randy Mayem Singer y Adam Sztykiel no parecen registrar (como sucedió en las anteriores) que es casi imposible estirar un guión de 8 ó 9 minutos en algo de 90 sin aburrir. Por eso escriben que una chica aparezca en la vida de Dave. Una que le gusta tanto que hasta lo hace rumbear para Miami. Y él quiere ir para allá porque está enamorado. Al menos eso indica el código de actuación que maneja, el que consiste en mirarla con cara de idiota o de borracho de vidriera, o las dos cosas a la vez. “Pero a los chicos les gusta. Seguro que se van a reir cuando por enésima vez en la saga, Dave se ponga furioso al grito de “¡AAALVIIIIIIIINN!”

La construcción de estos personajes es casi marketinera. Como si hubiese sido el fruto de dos o tres encuestas de jardín de infantes. Así, nunca tendremos chances de conocer a las ardillas realmente, sino más bien su cáscara. Lo superficial para empatizar con las nuevas generaciones. Ven Youtube, manejan videojuegos, lenguaje popular, frases “cool” y otras menudencias. Lo justo y necesario como para que se entienda un producto del siglo XXI. “Pero a los chicos les gusta. No van a andar haciéndose preguntas”.

La música ha sido, y es, central en esta fanquicia, lo más pop y de consumo rápido forma parte de la banda de sonido pero, en todo caso, el tema es cómo y por qué aparecen las canciones en esta película. No hay diferencia entre cuándo es un gag y cuándo aporta a lo que estamos viendo. “Alvin y las ardillas: Aventura sobre ruedas” es la repetición de fórmula por antonomasia. Todo está bien, el dueño las ama, ellas se meten en problemas para salvarle las papas, el villano es casi de cartón, y luego de un mini conflicto todo volverá a ser como antes. Así es desde 2007 y sigue todo igual es decir, no hay nuevos aportes ni creatividad, más allá de una levísima intención de mensaje que surge más por deducción propia que por intencionalidad en el subtexto. “Pero a los chicos les gusta, estrenemos, vayamos a comprar el champagne y luego vemos que hacemos en la quinta parte”