Alumbrando en la oscuridad

Crítica de Migue Fernández - Cinescondite

Llama la atención como la adopción es un tema excluido de la agenda mediática. Incluso en aquellas semanas en las que el aborto no punible o la ley de fertilización asistida son noticia a diario, la filiación adoptiva es una cuestión de la que no se habla. Ante esta negativa a tratar el asunto, Alumbrando en la Oscuridad aspira a convertirse en una nueva voz dentro de un debate que no existe.

Un documental de corte clásico, con testimonios a la cámara cortados, de vez en cuando, por alguna imagen de un niño jugando con el reflejo de los espejos, construye su discurso acerca de la adopción cubriendo todas las bases de forma que no queden grietas. En su abordaje, dividido en tres segmentos separados por títulos, Mónica Gazpio y Fermín Rivera tienen una mayoría de aciertos. Ante aquellos testimonios que no quisieron presentarse ante la cámara, se recurre a conocidos actores que prestan su voz en escenarios neutros que se distinguen de las locaciones personales del resto de los entrevistados. Por otro lado, se recoge la palabra de la mayoría de los involucrados, desde padres adoptivos con o sin hijos propios, adultos que fueron adoptados de pequeños, parejas que quieren un niño para tratar de sanar su relación, especialistas en el tema y ex empleados de aquella burocracia estatal que tanto complica los trámites.

No obstante, y ahí reside el principal inconveniente de Alumbrando en la Oscuridad, en sus cortos 61 minutos excluye las voces opositoras. Se instala una crítica al "mandato tradicional" de la figura materna, se considera como un acto de amor el que una madre abandone a un recién nacido en un hospital donde podrá recibir la atención correspondiente, es decir, cuando no es dejado a la buena de Dios, y se protesta contra los medios por los calificativos que se emplean para dar esa información. Sin embargo, nadie plantea un argumento ante aquellos que abandonan a sus hijos, por ejemplo, en una bolsa de basura. Se sabe que el problema está, pero se elige no mencionarlo. Del mismo modo que no se indaga más en los casos de parejas como las que representan Osvaldo Laport y Celina Font, que quieren adoptar para ayudar a mejorar su vínculo, o que se cuestiona al sistema de adopción en la Argentina, que cualquiera puede criticarlo porque conoce sus límites y los obstáculos que presenta, pero sin darle a los responsables del Registro la posibilidad de plantear una defensa.

De esta forma, la película, que supone el debut de Gazpio como directora, parece aspirar a convertirse en un documento feliz sobre la adopción, pero sólo a partir de evitar aquellos elementos espinosos que se hacen evidentes al ignorarlos. Si bien se trata de una lección importante y un trabajo necesario, su echar luz sobre un tema que generalmente no es abordado acaba por proyectar ciertas sombras que perjudican la muy buena construcción que tiene en su totalidad.