Alptraum

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Una pesadilla mitológica

En su segundo largometraje, Ana Piterbarg cuenta una historia fantástica basada en la leyenda del Krampus.

Cinco años después de su ambiciosa opera prima, Todos tenemos un plan (protagonizada por Viggo Mortensen), Ana Piterbarg filmó a pulmón esta historia onírica, con la leyenda del Krampus como punto de partida. Semihumana, semianimal, según la mitología austro-bávara esta criatura demoníaca aparece antes de Navidad con sus cuernos, su enorme cuerpo peludo y su larga cola para castigar a los niños que se han portado mal. En este caso, según explica una voz en off en alemán al principio de la película, el monstruo aparece en vísperas de Año Nuevo a exigirles “dulces y cariño” a todos los llamados Andreas. Si no quedan conformes con lo recibido, atormentan a los Andreas con pesadillas en las que los soñadores se transforman en el Krampus.

Filmada en blanco y negro con la idea de realzar su carácter fantástico, Alptraum (“pesadilla” en alemán) muestra a las desventuras de un Andreas porteño que es atormentado en sueños por el Krampus. Nadie dice qué hizo para merecer ese castigo; simplemente le sucede. Quizá empujado por esta tortura nocturna, Andreas entra en un espiral descendente en todos los planos de su vida.

De entrada el planteo es forzado, pero esto podría pasar inadvertido si el resto de la película se sostuviera. Pero nada de lo que le va ocurriendo al desgraciado protagonista tiene asidero. Es cierto que se trata de una historia con ribetes sobrenaturales, en la que se juega permanentemente con qué es real y qué es parte de una ensoñación, pero tampoco dentro de esa lógica el desarrollo hace pie. Se quiere contar demasiado y nunca aparece el tono justo: por momentos se impone la intriga de espionaje; en otros, el drama de pareja; en otros, la fantasía y la comedia. Y lo que termina ganando es la confusión.