Alptraum

Crítica de Blanca María Monzón - Leedor.com

El film de Ana Piterbarg, la directora de Todos tenemos un plan (2012) apuesta al género fantástico, partiendo de la leyenda de Krampus, una bestia que habita en las profundidades de la tierra. La historia pertenece al folklore de los países alpinos. Y se remonta a 10.000 años atrás. Hijo de una mujer y una bestia que se dedica a torturar a mujeres, niños y hombres, se dice que fue seducido por una hada buena. En vísperas del año nuevo retorna a torturar a los llamados Andreas y viene a exigir dulces y cariños. Cuando estas necesidades no lo satisfacen se apodera de los sueños del personaje. (Andreas), quien se transforma literalmente en la bestia. Causa por la que se pelea con su novia y se va a vivir a al departamento de un tío, en un edificio lúgubre. Espacio al que se suma la elección del blanco y negro, que contribuyen al clima de una atmósfera perturbadora. Paralelamente Andreas como guionista y director de teatro, ensaya una obra donde la historia se desarrolla dentro de un mundo pesadillesco y confuso, donde se plantean propuestas, que no arriban a ningún lugar… y se desvanecen una y otra vez.

El planteo del film que es mostrar la destrucción mental y física del personaje, coincide con la ficción teatral. El tema es que tanto uno como otro, tambalean a lo largo del relato por exagerada pretensión, o por una buscada similitud. Por otra parte hay un juego entre lo fantástico en relación a las historias de las bestias míticas y al terror y a las especulaciones sobre como podría ser la realidad. Que de hecho se ve analizada por su terapeuta, quien le pide que escriba sus sueños. Y por otra, toma algunos elementos del genero maravilloso , como son las hadas , y claro, también los monstruos. Seres que pueden hacer daño y que viven en el fondo de la tierra o el mar. Lo cierto es que ex profeso en el mejor de los casos, o porque el planteo hace agua por momentos, o por ambos al mismo tiempo. La torturada trayectoria interior y exterior de Andreas no resulta lo suficientemente creíble, porque solo con los estados anímicos y las sensaciones no se alcanza a definir la propuesta. Los trazos que arañan lo real, si bien dan cuenta de esas formas que se abren camino en el inconsciente, ni con las alucinaciones , ni con las pesadillas irracionales logran convencer cabalmente al espectador.