Battle Angel: La última guerrera

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Más de 26 años pasaron entre que Robert Rodriguez rodó su ópera prima El mariachi con 7500 dólares y Batlle Angel: La última guerrera que dirigió con... ¡200 millones! Más allá de la descomunal diferencia de presupuesto, se trata de un proyecto que durante más de dos décadas estuvo en la órbita de James Cameron, quien finalmente quedó como productor y coguionista. El film arranca con un original logo de 26th Century Fox, ya que esta distopía con espíritu de cine clase B basado en el manga de Yukito Kishiro está ambientada en 2563 (300 años después de "La Caída", según nos informan). Tras ese cataclismo, el planeta ha sido arrasado y Iron City -donde transcurren los hechos- se ha convertido en una ciudad sórdida y derruida donde además se acumulan los desechos de Zalem, una urbe flotante exclusiva para los más poderosos que se puede ver con solo alzar la cabeza y mirar al cielo (una idea similar a la de Elysium, de Neill Blomkamp). En medio de las montañas de basura, el científico Ido (Christoph Waltz) encuentra la cabeza y el torso aún con vida de una joven que -cirugía mediante- son unidos a un cuerpo cibernético para así conformar a Alita, la guerrera del título interpretada por Rosa Salazar (vista hace poco en Bird Box). Ningún aspecto desentona, pero tampoco se destacan en las dos horas de esta suerte de mixtura entre Pinocho y Rollerball que fascinan en su despliegue de efectos visuales, pero se extraña un poco más de riesgo y sorpresa en su narración.