Aliados

Crítica de Migue Fernández - Cinescondite

Robert Zemeckis es un realizador ecléctico, que no se ha visto atado por ningún género a lo largo de su carrera. Bien se puede notar que algo que ha marcado a su filmografía fue el tratar de ser un pionero, con el uso de tecnología de punta para fortalecer sus proyectos, fueran aciertos (Who Framed Roger Rabbit, Forrest Gump) o no (A Christmas Carol, Beowulf, The Polar Express). Después de su último esfuerzo para innovar en términos de la experiencia cinematográfica con The Walk, el cineasta optó por limpiarse el paladar con una película despojada de efectos, de un tipo que hasta ahora no había abordado como es un thriller romántico en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Pero si ya en su último trabajo se había notado cierta ausencia de emoción que se compensaba con espectacularidad, en esta oportunidad se profundiza la carencia y la afecta en su mismo núcleo.

Allied sufre de una falta de ritmo pasmosa. La idea de Steven Knight (Eastern Promises, Locke) puede haber sonado mejor en papel, pero a la hora de trasponerla a la pantalla grande pierde todo tipo de cadencia y se extiende por dos largas horas. La perjudica el hecho de que el conflicto central –aquel que se anticipaba en la sinopsis y en los avances- empieza a gestarse después de los primeros 60 minutos, con lo que la experiencia se vuelve densa. Tampoco ayuda el hecho de que las interpretaciones de Brad Pitt y Marion Cotillard sean tan solo correctas y la química no abunde; para terminar de dar forma a un proyecto al que no le sienta mejor calificativo que insulso.

Al estilo del Hollywood clásico pero actualizado para estos tiempos –se disparan algunos “fuck”, la hermana de Max (Lizzy Caplan) es abiertamente lesbiana-, Zemeckis aspira a canalizar a Michael Curtiz. Es obvia la comparación con Casablanca dado que a eso apunta el director, con otra visita a la ciudad marroquí para explorar una historia de amor atravesada por el conflicto bélico, con la inclusión de La Marsellesa en el argumento y otras tantas referencias. Hay también un notable cuidado en términos de producción, con una distinguida representación de época. Esa atención al detalle es propia del cineasta, cuya pericia en el rubro tecnológico es bien sabida. Pero en el mismo sentido que sus films realizados con captura de movimiento, que aspiran a la interpretación más realista que se pueda y acaban con personajes plásticos u ojos despojados de vida, Allied no tiene pulso.

La historia atrapa, tiene algunos buenos recursos y un final valiente, pero hay una clara distinción entre cada acto que signa la suerte del resultado total. El primero ayuda a presentar a los protagonistas, sienta las bases para su incipiente historia de amor y concluye con una sólida secuencia de acción. Pero tiene una extensión desproporcionada en relación a los eventos posteriores y retarda el surgimiento del verdadero conflicto, restándole intriga, peso dramático e incluso verosimilitud. Zemeckis obtiene así un drama de época que luce bien pero que se siente algo vacío. “Mantengo las emociones reales, solo así funciona” es lo que repite la espía Marianne Beauséjour en más de una oportunidad, un consejo del que una película sin corazón se podría haber beneficiado.