Algunas horas de primavera

Crítica de Paula Caffaro - CineramaPlus+

UN TIEMPO PARA PARTIR

Alain (Vincent Lindon) es liberado de la cárcel, luego de 18 meses de encierro. Yvette, su madre, no lo espera. Ambos, con personalidades introvertidas, son incapaces de demostrar algún tipo de afecto. Ocultos tras el peso de sus presentes, actúan como si no se conocieran. Son fantasmas que vagan por la casa donde alguna vez reinó la felicidad familiar.

En Algunas horas de primavera, Stephan Brize opone en la figura de estos dos personajes el deseo de vivir y no tener tiempo, con las ganas de morir a largo plazo: Alain, salido del horror carcelario se encuentra cansado y con la imposibilidad de poner en palabras lo ocurrido en aquella etapa de oscuridad pasada; pero Yvette, con el cáncer consumiéndola, le teme al fin. Encerrada en la resolución de un puzzle, que la mantiene ocupada, decide morir dignamente.

El ininterrumpido llanto de un bebe alternado con el más profundo de los silencios, abren el escenario a la reflexión. La muerte acecha por todos lados, Yvette no puede escapar de su final inevitable, del silencio permanente. Con tanto para decir y sin poder hacerlo, su último suspiró estará dedicado a la añoranza.

El ambiente opresor situado en interiores, en planos cortos y de extensa duración ponen en imágenes un drama tan intenso que violenta la pasividad del espectador. La inactividad y los silencios prolongados que parecen no tener fin despiertan la necesidad de sacudir a estos personajes que flotan en el sin sentido de la espera.

Con un final anunciado, y en donde las palabras no sobran, Algunas horas de primavera son las que Alain recordará de manera imperceptible por el resto de su vida. Sin madre, sin amor y sin sueños la muerte en vida se encarna en su persona.