Algunas horas de primavera

Crítica de Gabriela Avaltroni - Función Agotada

El largo beso del adiós

Al director Stéphane Brizé ya lo conocemos cuando en el 2009 estrenó la película Une Affaire D'Amour (Mademoiselle Chambon) una historia entre una maestra de grado y un albañil. Paradójicamente, la pareja actoral compuesta por Vincent Lindon y Sandrine Kiberlain, que manifiestan una relación amorosa muy similar a In the mood for love contemporáneo y francés, eran en la vida real ex esposos.

Pero en su siguiente película, Aquellas Horas de Primavera (Quelques Heures de Printemps), el director elige nuevamente a Lindon para interpretar a Alain, un expresidiario que regresa a su casa materna luego de permanecer dieciocho meses en la cárcel por contrabando de marihuana.

El regreso al viejo hogar y la necesidad de un empleo digno provoca en Alain bronca e impotencia que se suman a las manías de su madre Yvette. En un enfrentamiento verbal y casi violento entre ambos, una de las escenas más intensas del film, se revela la desesperación y la soledad de los personajes.

Cuando se descubre la gravedad de la enfermedad de Yvette, que antes había sido tratada en un segundo plano, la película toma un rumbo distinto centrándose en la madre y su determinación por un suicidio asistido en Suiza. A partir de este momento el aire se pone denso, la mirada silenciosa y la falta de afecto, se vuelve angustia y desolación entre madre e hijo. Ambos en estado ausente y como dos perfectos desconocidos, entienden que son como dos imanes de polos similares que se repelan, que por más que lo intenten son iguales en su esencia y que cada uno tiene su propia determinación.

Aquellas Horas de Primavera puede rozar alguna similitud con el film Amour de Michael Haneke, aunque no tan opresiva y controversial. Brizé seleccionó a Emmanuelle Seigner para que aporte, en una breve participación, los momentos más cálidos y amorosos junto a Vincent Lindon.