Algunas horas de primavera

Crítica de Diego Serlin - Todo lo ve

Este film del director Stéphane Brizé parte de una historia muy sencilla, podría decirse casi insignificante, para hacer foco en la compleja relación entre una madre y un hijo incapaces de abrirse ni manifestarse su cariño.

La historia gira en torno a un hombre que sale de la cárcel tras una condena de 18 meses por haber intentado pasar 50 kg de droga en su camión, y sin trabajo, vivienda, ni dinero, se ve obligado a irse a vivir con su madre.
Mientras intenta reconstruir su vida descubrirá que su madre está en fase terminal de un cáncer y desearía acabar con su vida dignamente en Suiza.

La película se construye a través de la mirada de estos personajes solitarios, que vamos conociendo a través de sus gestos, miradas y fríos diálogos, y alcanza su principal acierto en la sensibilidad y verosimilitud que logra darle a un tema tan crudo y delicado como la eutanasia, integrándolo al relato casi naturalmente, sin énfasis innecesarios.

Brizé decide no concentrarse en la polémica legal y moral sobre el uso de la eutanasia, sino que concentra la tensión del relato en la relación madre-hijo y lo difícil que es tanto para el que se quiere ir como para los que se quedan.
La valentía que supone en ambos casos enfrentar los hechos y, por lo menos, aceptarlos aunque no se compartan.

Algunas horas de primavera habla sobre la violencia de la incomunicación, sobre la dignidad, tanto para morir como la de no ser una vergüenza propia y ante la mirada ajena por no tener trabajo y vivir en casa de su madre a los 50.

Siguiendo esa línea del cine francés intimista, austero, verosímil, sensible y cruel a la vez, con una fotografía naturalista y escasa utilización de la música, Brizé logra, por momentos, transmitir al espectador las emociones interiores de los dos protagonistas, pero en otros, los silencios prolongados o escenas excesivamente largas que no cuentan nada, declinan la atención del espectador.

Algunas Horas de Primavera se construye gracias a las buenas interpretaciones, que a pesar de no lograr generar empatía alguna por los personajes, y si la consiguen la pierden rápidamente (basta el ejemplo de la protagonista con el perro), son capaces de hacernos creer las escenas más crudas hasta las más tiernas en esta relación madre-hijo.