Algo se enciende

Crítica de Pablo Suárez - Sublime Obsesión

Anahí Benítez, una joven vivaz y vital de 16 años de la Escuela Normal de Banfield desaparece en el año 2017. Sus compañeros inmediatamente se movilizan por su aparición con vida. Pegan su foto en cada calle, marchan por la ciudad, producen radios abiertas.
Luego de cinco días, sus compañeros encabezan otra movilización, esta vez al Congreso. La reunión fue interrumpida y los estudiantes se vieron obligados a cambiar su consigna de aparición con vida a un reclamo de verdad y justicia: Anahí había sido asesinada.

Así comienza Algo se enciende, el sensible documental de Luciana Gentinetta, que puede verse en Cine Ar Estrenos desde el 9 de diciembre hasta el 9 de enero.

Tristemente, no es la desaparición de Lucía la única que ha marcado la historia de la escuela. Ya que durante la última dictadura cívico-militar 32 estudiantes fueron desaparecidos y el caso de Lucía no puede sino actualizar la tragedia previa. Por otra parte, este sombrío panorama hizo que los problemas socio-políticos de la actualidad y los que conciernen a la educación pública son los pilares de esta incansable lucha de los estudiantes que mantienen la memoria viva.

Algo se enciende cuenta con varios aciertos. Es emotivo y conmovedor sin llegar al sentimentalismo ni a la siempre tan conveniente catarsis. No pretende asfixiar al espectador con una angustia intolerable, pero tampoco hace caso omiso de todo lo doloroso que hay que mostrar para informar y generar una profunda reflexión. Son diversas las miradas de los estudiantes, se complementan, no son redundantes y no dan rodeos. Que ellos sean tan jóvenes hace que sus palabras sean más sentidas todavía.

Otro mérito reside en el tono general del documental. Rabioso por momentos, más sosegado en otras oportunidades y siempre asertivo, acá no hay gritos desde la barricada ni consignas desaforadas. Incluso, un poco antes del final, se ve cómo los estudiantes hacen sus duelos de manera activa, dejando de lado tanto martirio y retornando a una especie de vida normal. Es que vuelven a apostar por la vida una vez más. Antes, la depresión los agobiaba; ahora, cierta alegría y vitalidad los cobija.

El material de archivo – creo que, en parte, es inédito – nos retrotrae a los momentos de lucha más aguerridos, a las marchas, al reclamo de una comunidad entera. Eventualmente, también al dudoso valor de los medios de comunicación a la hora de explotar el dolor de los otros. Pero eso ya lo sabíamos antes de ver el documental. Siempre, o casi siempre, buscan culpar a la víctima, tergiversar información y construir una narrativa propia que sirva para sus fines.

La película termina en una nota desalentadora, con una placa que señala: “Según la propia querella, el juicio no despeja lo que le ocurrió a la adolescente de Lomas de Zamora. El caso tiene una trama en la que se mezclan corrupción policial, redes de trata, narcotráfico y una comisaría intervenida. Desde el feminismo denuncian que no hay pruebas contra Marcos Bazán, el único acusado que espera el veredicto. Hicieron encajar todos los indicios para inculpar Bazán, para proteger a la policía”.

Una vez más, nada nuevo bajo el sol. Tarde o temprano, la impunidad es la gran protagonista, en este caso y en tantos otros.