Alfredo Li Gotti. Una pasión cinéfila

Crítica de Alejandra Portela - Leedor.com

¿Es lo mismo un coleccionista de cine que “un juntador de películas”? En todo caso, de los requisitos que debe cumplir un coleccionista de cine, ¿es el más importante tener las películas bajo posesión?, o sí o sí hay que tener un amor ineludible por las máquinas de reproducción?. ¿Saber de cine?. ¿Estar moralmente obligados a mostrarlas?

Es difícil hoy vivir experiencias al ver una pelicula. Justamente, lo experiencial es lo que el cine contemporáneo fue dejando de lado para multiplicar las pantallas individuales y homologar los accesos de reproducción.

Por eso fue tan pregnante la experiencia de la que participamos el pasado viernes, con frío, casi por llover, en una calle de Parque Patricios, al ser invitados a la función de prensa del documental Alfredo Li Gotti Una pasión cinéfila, de Roberto Angel Gómez: el mismo Ligotti a sus 84 años, nos proyectó la película y en su propia sala, cosa que permitio asomarnos al mundo siempre fascinante del coleccionismo de cine.

Las proyecciones en el MALBA que comienzan el domingo 5 de junio, van a tener un algo menos: esa a magia de la que la película habla y que replicó nuestra proyección y que sí parece estar directamente ligada al coleccionismo de cine: “películas antiguas no viejas” dirá desde la pantalla este hombre, empleado durante 41 años de SEGBA la empresa de Luz del Estado, que empezó con un proyector que le regaló su tio a pasar peliculas a los chicos de su barrio en La Boca, que incursionó en el musical a fines de los 50, y que terminó siendo su gran frustración, que ahorraba su sueldo de empleado para comprar copias de francés o italiano, alguna película norteamericana o los cortos de Carlos Gardel que pudo pasar en varios festivales entre el 2001 y el 2002, que juntaba a toda la familia para doblar y poner voz a las películas mudas.

Algo de la magia, decía, se repitió cultualmente en esa amplia sala de la calle Catamarca, levantada por sus propias manos, con cantidad de afiches colgados, proyectores de distintos formatos, y mucho olor a celuloide y a latas de cine.

"El olor de un rollo es algo único" dice Li Gotti mientras recuerda emocionado a su amigo Félix Giuliodori, nombre que lleva la sala en su homenaje y coleccionista de cine mudo. Nosotros sentimos ese mismo olor en esa misma sala.

La película es ópera prima, tiene la pericia del que está encantado con su criatura, los testimonios justos, las duraciones justas, la información acertada, ni más ni menos. Equilibrando el idilio con la crítica, la mirada sobre esa red de relaciones y de caprichos que Li Gotti conoce bien. Un mundo privado que es apuntalado también por otros coleccionistas: los testimonios de Fermando Martín Peña, Enrique Bouchard, el hijo de Félix, Luis Giuliodori, el nieto de Li Gotti,heredero natural de esa pasión cinéfila. Todos acompañan la voz de Li Gotti que con una natural verborragia da sustancia al personaje coleccionista, apasionado del que siempre se aprende que el cine antes que nada es una cosa hecha de materialidad que hay que atesorar.