Alerta extrema

Crítica de Juan Pablo Cinelli - Página 12

Alerta extrema: la catástrofe después de la tormenta

La película protagonizada por Gerard Butler satura tanto los niveles de irrealidad que la gracia acaba por colarse de manera tan inevitable como bienvenida.

¡Ah, el cine catástrofe! Terremotos por acá, desastres climáticos por allá. Edificios que se incendian, aviones (muchos aviones) haciendo equilibrio entre “me caigo” y “no me caigo”. El actor escocés Gerard Butler ya había atravesado anteriormente varias de estas contingencias, pero hasta ahora nunca había estado en un avión que se cae. Bueno, dicen que para todo hay una primera vez. Y es que de eso se trata, al menos al principio, Alerta extrema. Acá Butler es el capitán Torrance, piloto de una aerolínea para la que realiza vuelos por las rutas del sudeste asiático y el Pacífico. Es la víspera de año nuevo y el capitán le promete a su hija, que vive en California, llegar a tiempo para brindar. Pero primero debe hacer un viajecito a Hawai que lo llevará a sobrevolar una tormenta, obligado por la compañía, para quienes un desvío equivaldría a un sobrecosto de varios miles de dólares. Como corresponde, la cosa no tarda en salir mal.

Igual que otras películas de accidentes aéreos, como El vuelo (2012) o Sully (2016), dicha contingencia es apenas un aperitivo para los problemas que se desatarán luego de la misma. A diferencia de los trabajos de Robert Zemeckis y Clint Eastwood, respectivamente, donde todo derivaba en entuertos legales tan insensatos como graves para sus protagonistas, acá el capitán Torrence, su tripulación y los pasajeros deberán enfrentarse a cuestiones más prosaicas. Porque quienes sobrevivan al impacto en una isla perdida en el inmenso mapa del océano, pronto descubrirán que ahí tampoco están a salvo.

Aunque Alerta extrema parte de presupuestos cuya sumatoria potencia el carácter absurdo del conjunto, debe decirse que la experiencia resulta aceptablemente divertida. La clave para explicar ese moderado éxito reside en que sus responsables manejan el crescendo de sinsentido de manera lúdica. Así, el capitán y sus laderos avanzan sobre la historia que el destino del guión les ha deparado como los personajes de un juego de video, superando niveles de dificultad creciente de manera gradual. Sin embargo, la película nunca llega al saludable extremo de poner en escena detalles que revelen la presencia del humor autoconsciente, que hubiera resultado un buen aporte. Aún así, Alerta extrema por momentos satura tanto los niveles de irrealidad que la gracia acaba por colarse de manera tan inevitable como bienvenida.

Además logra que cada segmento funcione bastante bien de forma unitaria. Es decir, Alerta extrema maneja el momento de la catástrofe con buen pulso, dosificando la tensión hasta explotar. Lo mismo ocurre cuando la cosa se convierte en un relato de pura acción. Se trata, en resumen, de una película que logra mantener vivo el querido espíritu de la clase B y, por lo tanto, pedirle originalidad equivaldría a un vanidoso exceso de purismo.