Alba

Crítica de Yaki Nozdrin - Visión del cine

La ópera prima de la directora ecuatoriana Ana Cristina Barragán, coproducción entre Ecuador, México y Grecia, cuenta con un gran recorrido en festivales desde su estreno en el Festival Internacional de Cine de Rotterdam y desde este jueves podrá audiovisualizarse desde la plataforma de Puentes de Cine.
La película da su comienzo desde el sonido de un metal oxidado que fricciona quejoso, son las ventilas de un techo en el que una niña, de ropas y cabellos desatendidos, yace corporalmente apesadumbrada. La escena continúa con ella, a la que conoceremos como Alba, caminando sigilosa por lo que pareciera ser el interior de un pasillo de hogar, una respiración casi imperceptible asoma desde el fuera de campo. Alba se detiene y apoya su cabeza sobre la pared, unos instantes, hasta que decide ingresar a la habitación. Vemos fragmentos de una mujer, de aproximadamente cuarenta años, desnuda, postrada en una cama, que exhala “dolor” mientras alguien la ayuda a cambiarse. La niña camina silenciosa observando de reojo, se sienta y se pone su remera escolar tratando de “no molestar”.

Ya desde el inicio la directora nos está marcando el código del film: personajes que no hablan pero que sí observan, sonidos que vierten emociones y tratan de dispersar los pensamientos, puntas de historias que parecen emerger de grandes angustias silenciosas, comenzando por una madre que es asistida mientras que una niña se asiste a ella misma. Mundos con roles familiares difusos y una edad en donde la pérdida no sólo pasa por dejar atrás la niñez.

Formalmente es una historia intimista, con un fuerte anclaje en el realismo, casi documental, narrando desde los silencios, dejando a lxs cuerpxs expresarse desde sus conductas torpes y cercanías imprecisas. Toda esa sensibilidad, inocencia y emocionalidad de Alba, sumadas a sus miedos, vergüenzas y ausencias, interpelan directamente a nuestras propias vivencias. Toda esa confusión, sumada a la particularidad de la protagonista de tener que madurar de golpe a causa de una madre gravemente enferma, y que trae como consecuencia tener que irse a vivir con un padre distante, introspectivo y casi desconocido para ella, es retratada desde el propio punto de vista de Alba, consiguiendo que esta pequeña pero gigante actriz, Macarena Arias, logre niveles actorales de sutilezas impecables.

Comunicar sensaciones e impedimentos desde lo visual y lo sonoro, casi extirpando las líneas de diálogos entre los personajes claves, construyendo vínculos sólidos desde cero sin forzar los tiempos narrativos, es lo que hace de Alba una pieza cinematográfica notable.

Alba se mete en tus emocionalidades, partiendo desde la exploración de la feminidad preadolescente pero trascendiéndose al género, mientras atraviesa ansiedades, deseos, confusiones, pérdidas y renaceres desde el uso de imágenes y sonidos, dándonos un cine más honesto.