Alanis

Crítica de Nazareno Brega - Clarín

Es mi cuerpo y hago lo que quiero
Sofía Gala tiene un protagonismo excluyente en esta película, como una prostituta con un hijo.

Como casi toda película que comparte nombre con su personaje principal, Alanis, la prostituta a la que Sofía Gala le pone el cuerpo, es el centro de Alanis, esta quinta película de Anahí Berneri. Uno puede asumir el protagonismo excluyente de Sofía Gala, sobre todo cuando la película empieza con ella completamente desnuda limpiando un baño antes de darse una ducha. Pero el pequeño Dante, hijo de la actriz y nieto de Moria Casán, irrumpe apenas ella termina de vestirse y se prende a la teta de su mamá con una ternura que pocas veces registró una cámara de cine.

Alanis es una prostituta que vive y trabaja en un privado, donde a los cinco minutos de película irrumpe la policía y la chica termina junto a su bebé en la calle. La película se centra en esos primeros días de la joven y su hijo después del desalojo, en los que terminan durmiendo en el pequeño local de ropa en Once donde también vive y trabaja su tía con la pareja.

Alanis comparte la tensión constante de las cuatro películas anteriores de Berneri y por momentos parece condensar a ese atractivo póquer de filmes: tiene el refugio en lo sexual de Un año sin amor; al igual que en Encarnación, una joven toma a una mujer mayor como mentora; la protagonista es cuestionada en su rol de madre, eje central de Por tu culpa; y una crisis habitacional dispara el conflicto como en Aire libre.

El cine de Berneri siempre está marcado por la mirada de género de la directora, pero esta vez incorpora, con más fuerza que nunca, una cuestión de clase. El eufemismo que mejor le calza a la joven paria Alanis es trabajadora sexual porque el enfoque del filme está puesto en la precarización laboral marcada a fuego por el oficio elegido, y en esta cuestión reside una de las claves. Berneri esquiva a la trata de mujeres como tema central, más allá de que ése sea el conflicto que le causa los problemas legales a la joven y terminan con su desalojo y el encarcelamiento de su veterana colega.

El interés de la directora por el cuerpo de Alanis nunca se circunscribe a lo sexual, por eso la escena de sexo con un cliente, además de ser de una incomodísima mecanización, está centrada en el rostro de Sofía Gala. La actriz pone el cuerpo más como madre que como puta y muestra al chiquilín carismático Dante Della Paolera, su propio hijo, como si fuera una extensión más de su ser (un rol que en la película, por momentos, también parece cumplir su celular). Hace una década que Sofía Gala demuestra su fotogenia en el cine, pero tenía roles menores o las películas no solían estar a la altura de sus personajes. Recién ahora gracias a Alanis, película y personaje por fin comparten esa calidad que debería ser consagratoria para la actriz.