Aladdín

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

Príncipe de Persia: The Live Action Movie. Bah, ¿no había una película del príncipe de Persia con el chompiras ése de mandíbula cuadrada que hace de Mysterio en la última del Hombre Araña?. Sip. Y mientras mis iracundos lectores preparan las antorchas para incinerarme a lo bonzo, yo diré que Aladdin 2019 es una de las mejores remakes que ha hecho Disney en los últimos años (mientras les alcanzo de motus propio un bidón de gasolina). Oh, si, la gente está indignada con otra película que ultraja su infancia pero, rayos, la versión live action de Aladdin de más que potable… siempre que haga un poco de sicoterapia y olvide por un momento a la versión animada con Robin Williams. Acá hay un discurso feminista anacrónico (¿mujeres sultanes en una cultura tan machista como la árabe? ¿canciones inspiradas en el #MeToo?), expresiones anacrónicas (“he vivido huérfano y solo con un mono como mi única figura paterna” “¿no eres un genio omnisciente?”), horrendos genios digitales con mirada zombie y un villano con pinta de porteño que no asusta a nadie, pero es un filme innegablemente divertido. Sip, hay patinadas gruesas pero el resultado es entretenido… siempre y cuando no lo compare, fotograma a fotograma, con la versión animada de 1992.

El primer WTF es preguntarse qué diantres hace un tipo – que sólo saber filmar a mafiosos londinenses – en el puesto de mando de una película de fantasía para niños. Pero Guy Ritchie es un genio en lo visual – ¿recuerdan el escape de la fábrica de armas de Robert Downey Jr, Jude Law y Noomi Rapace en Sherlock Holmes: Juego de Sombras? – y acá no hay fotograma que no te queme los ojos por la opulencia, el ritmo o el colorido. Cuando hay acción, está bien filmada y cuando la escena es estática, siempre hay algo que deslumbra, sea el vestuario, la escenografía o incluso el maquillaje. Los números musicales son muy buenos y gran parte del éxito del filme es el trío central que posee un enorme carisma. No se trata todo de Will Smith calzándose los zapatos de Robin Williams; Naomi Scott es hermosa, sensible y poderosa, y Mena Massoud está brillante como el pillo de esta fábula de las Mil y Una Noches: simpático, canchero, emotivo, conflictuado. Es una lástima que Jafar se lo hayan dado a un tipo tan anónimo; hubieran trocado roles con Numan Acar – el actor que hace de Jakim, el jefe de la guardia real y un tipo con mas presencia amenazante – y el resultado hubiera sido mucho mejor (¿dónde estás, Christopher Lee, cuando mas te necesitamos??. Ups, en el cielo…).

Pero, claro, todo el mundo que ahora me rodea (con antorchas encendidas) – mientras estoy atado a un palo cubierto de ramas y escribo esta review con el dedito meñique en mi smartphone – clama por lincharme por decir que ésto es una buena película y que incluso es mejor que el filme de 1992. Nadie dijo eso. Ciertamente el original de 1992 tiene otro mojo pero estaba plagado de anacronismos (¿el genio imitando a Jack Nicholson? ¿alguien sabrá quién era Jack Nicholson dentro de 30 años, especialmente el público infantil?) y, por otra parte, la animación le permitía una libertad infinita. Era un filme que descansaba íntegramente en los hombros de un loco genial, un maníaco que desbordaba energía y verborragia como era Robin Williams, y posiblemente sea el filme mas auténtico sobre su persona cinematográfica. Incluso llegaba a un punto donde deseabas hacer fast forward y saltearte todo el romance de Jasmín y Aladdin hasta la próxima aparición en pantalla del genio (en mas de un sentido) de Williams. Pero si lográs despegarte de ese filme y podés ver esto como una versión alternativa – algo que le pido encarecidamente a los fans de ultranza de filmes como Ghostbusters, que defienden su recuerdo histórico en vez de poder ver la versión moderna y valorarla en sus propios méritos -, verás que no sólo no es tan mala sino que es muy divertida. Will Smith como un muñeco Michelin azul con ojos de muerto es chocante, pero despegate de eso y verás que su perfomance es muy buena simplemente porque no sintoniza a Williams sino que hace su propia versión del genio, con su humor y con la personalidad canchera de Smith. Es menos esquizofrénico, igual de simpático y cuando hace los números musicales te divertís, aunque sabés que pierde por goleada contra Williams y la versión animada. Pero si comparo esto con otros muertos vivientes que Disney ha engendrado últimamente (sea La Bella y la Bestia o Dumbo), Aladdin 2019 es superior a la media. A mí me gustó y la defiendo, y creo que merece una oportunidad con las advertencias correspondientes. Si uno no busca inmortalidad sino entretenimiento seguro encontrará acá a un producto sólido del cual no se arrepentirá de haber pagado la entrada.