Al fin del mundo

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

La cineasta que llegó del frío

Al fin del mundo es el desmenuzamiento de los mecanismos urbanos de algo que difícilmente podría reconocerse como tal. Es que la pequeña localidad de Tolhuin, ubicada a 60 kilómetros de Ushuaia, se caracteriza por un frío prácticamente eterno que la convierte no sólo en una geografía inhóspita sino también poco bondadosa para la vida diaria.

Franca González construye un documental de observación que retrata a un grupo de pobladores atravesado por el desarraigo, la soledad y la distancia, mostrándolo en acciones tan extraordinarias para los ojos foráneos como normales para quienes viven justo donde la Tierra parece acabarse en una inmensidad infinita.

Bello e inicialmente riguroso, con una inequívoca planificación de los encuadres que da como resultado una sucesión de planos con un grado de expresividad notables, Al fin del mundo pierde parte de sus logros adosándole una anécdota argumental que de tan mínima (la realización de un “carnaval de invierno” para alegrar a sus habitantes) termina entrando con fórceps. Con la belleza natural y una cámara siempre pródiga a la hora de hacerle justicia era ya más que suficiente.