Al filo del mañana

Crítica de Cecilia Martinez - Función Agotada

Sí, Tom Cruise es un crack. Bendecido por algún poder o dios extraño, al igual que Midas, todo lo que toca lo convierte en oro. Es de esos actores de estirpe clásica, que suelen desplegar un minimalismo gestual notable, infalible. Es un Clint Eastwood más empático y con mejor sentido del humor. Funciona bien en la comedia, en el drama y, su predilecta últimamente, la ciencia ficción.

Al Filo del Mañana (basada en la novela ligera All You Need is Kill del japonés Hiroshi Sakurazaka), es una película que se vale del time travel, recurso bastante frecuentado por cierto cine de ciencia ficción (ya sea como bendición o como maldición). Exponentes hay varios y variados: desde Volver al Futuro hasta la reciente X-Men: Días del Futuro Pasado, pasando por la excelente El Día de la Marmota, La Jetée, 12 Monos y las más o menos regulares El Efecto Mariposa, Regresiones de un Hombre Muerto y Cuestión de Tiempo, por mencionar algunas. En todas, el recurso estaba puesto al servicio de algo más y, casi siempre, el viaje en el tiempo tenía un efecto moralizante: había que volver al pasado para corregir el presente, para salvar a alguien de una realidad espantosa, angustiante, incluso si eso implicaba resignar la felicidad propia. Lo que importaba era salvar al otro, buscar esa línea temporal que se acercara a los deseos del protagonista y de su entorno, pero sin perder de vista que cada modificación en el tiempo pretérito cambiaba colosalmente el rumbo de la historia.

Al Filo del Mañana no tiene ese elemento moralizante; la premisa es simple: Tom Cruise (Bill) es un inexperto oficial del ejército de Estados Unidos -en plena guerra con un enemigo de otro mundo- que se ve obligado a ir al frente a pelear contra los mimics, una suerte de monstruos-máquina estilo La Guerra de los Mundos. El tema es que él no sabe pelear, menos que menos manipular un arma o matar a esos bicharracos. Pero, a partir de su primer encuentro no demasiado afortunado con el enemigo, tendrá la posibilidad de volver una y otra vez al día de su muerte y así aprender, a fuerza de repeticiones y cambios de estrategia, cómo vencer (parcialmente) al enemigo.

En el medio, Emily Blunt (Rita), una excelsa soldado de las fuerzas especiales que alguna vez tuvo el mismo don que Bill. Ella será la encargada de entrenarlo y juntos terminarán concretando el plan que los acercará a la victoria, aunque nunca nos sea mostrada.

La idea es tentadora: volver al pasado una y otra vez, a un momento clave de nuestra vida, y corregir cada error que cometimos, probar caminos alternativos, idear nuevas estrategias y, si no funcionan, volver atrás e intentarlo de nuevo. El paraíso del conductismo: volver al pasado para corregir la conducta y evitar el trauma presente.

La idea es tentadora: volver al pasado una y otra vez, a un momento clave de nuestra vida, y corregir cada error que cometimos.
Hasta acá todo bien, porque Tom y Emily garpan (no confundir con un verbo similar que acá no aplica; better luck next time, Tom) juntos y por separado y la iteración (repetición), si bien al principio agota un poco, después se vuelve entretenida y funcional a la relación entre ambos y entre Tom y su escuadrón.

Pero la sensación que queda está relacionada con algo que viene sucediendo en cierto cine de ciencia ficción:

1) Hollywood celebra, por una y millonésima vez, el espíritu intervencionista y bélico de las potencias centrales, mediante fantasías distópicas en las que hay que salvar al mundo de un enemigo externo, siendo ellas las únicas capacitadas para tal fin, ya sean los rusos, los alemanes, los medio-orientales o los habitantes de otro mundo. Da igual: la amenaza está ahí afuera y solo las potencias son capaces de doblegarla.

2) En los ochentas, una época políticamente conservadora y reaccionara, el cine de ciencia ficción, especialmente el clase B (pero también el cine mainstream industrial, con Encuentros Cercanos del Tercer tipo, 1977, ET, 1982, Enemigo Mío, 1986, por solo mencionar algunos casos), supo ser reactivo y denunciar los males de la sociedad de esa época. Era un cine pesimista, que no daba lugar a finales felices, sino que planteaba un futuro desolador, del que no había salida, ni como individuo, ni como sociedad. Carpenter terminó siendo el mayor exponente de ese tipo de cine, y llevó al extremo esta visión en cada una de sus películas, en las que el enemigo era la sociedad y al individuo no le quedaba más remedio que luchar por su supervivencia, siempre solo, siempre aislado (Fuga de New York, 1981, La Cosa, 1982, Starman, 1984, They Live, 1987). Al Filo del Mañana pertenece a otra tradición del cine de ciencia ficción –además de tratarse de un producto mainstream-, una tradición que denuncia ciertos abusos institucionales pero lo hace de manera deshumanizada, y con un espíritu absolutamente optimista. El individuo aislado puede ser la clave de la salvación de la sociedad y del mundo. El Estado sigue siendo incapaz de resolver pero un individuo puede proporcionar ese tan deseado final feliz (vimos recientemente esto en ejemplos fuera del género como, por ejemplo, Argo).

3) Como mencionamos antes, el tema de la deshumanización viene de la mano de la falta de desarrollo de personajes. Al Filo del Mañana es un islote, una película que se centra en el recurso, en el time travel, como premisa casi única, y relega a un último plano la parte humana y el contexto. Los personajes son gélidos, fríos, y parecen no tener pasado ni contexto, sino ser meros títeres dentro de una historia que no se propone más que mostrar un cacho de un futuro distópico.

Ni el crack de Tom Cruise ni la hermosa y carismática Emily Blunt son suficientes para darle alma a una película gélida, correcta, entretenida, pero gélida. Hay algo que falta, que sabe a poco. Acaso habría que revisar un poco esa ciencia ficción de la que hablamos.

Ojo que el toque del Rey Midas se puede volver en contra: si todo lo que se toca se convierte en oro, puede que entonces todo termine siendo frío, metálico y blando.