Al filo de la oscuridad

Crítica de Cristian A. Mangini - Fancinema

En las sombras

La venganza es uno de los móviles más interesantes y ambiguos para dar lugar a un relato. Su complejidad pero su inmediata identificación con el espectador a partir de la tragedia la hacen el motor de algunas de las más reconocidas obras en cualquier formato (¿necesitó mencionar a Hamlet o The Punisher, por mencionar dos cosas completamente diferentes?). En el cine también hay una larga historia de títulos con diferente suerte y recepción, además de diferentes marcos y contextos que permiten construir a la venganza desde una visión estética y narrativa enriquecida o completamente abyecta y superficial (pienso en una película espantosa como Un hombre diferente, de F. Gary Gray). Con Al filo de la oscuridad sucede algo interesante: quienes hayan visto los avances se imaginarán que hay acción a raudales y un héroe arquetípico, pero se trata de un thriller intenso con un contexto y un subtexto medianamente elaborado, algo rústico e irregular desde el guión, pero entretenido. Y tiene a un Mel Gibson en plan de un antihéroe por el cual sentimos empatía desde el minuto uno y a un enorme (¡cuando no!) Ray Winstone como una sombra cínica (no es casual la cita a Diógenes) que sobrevuela al poder y se encarga de “arreglar” las cosas de acuerdo a quién le haya pagado mejor.

Para entender Al filo de la oscuridad hay que remitirse a las películas de acción de los 70´s en varias cuestiones: en primera instancia el tópico de la venganza, en segunda el montaje seco para construir las secuencias de acción, además del reposo de la cámara para que luzcan los planos generales, y en tercera está la ambigüedad moral de quienes otorgan justicia y quienes se mantienen al margen de la misma, dando lugar a la incertidumbre institucional que caracteriza al policial negro clásico. Los diálogos son otra clave donde pueden verse los rasgos que definen a este subgénero a nivel discursivo: detrás de cada línea se adivina una segunda intención, una suma de one liners claros y concisos que detrás de su síntesis ocultan un mundo donde la inseguridad se adivina con cada palabra y cada gesto (no así en el neo-noir). Sin duda recordará más a Hammet que a Chandler, por mencionar los dos referentes estéticos fundamentales a la hora de construir diálogos, la sequedad cotidiana antes que los poéticos rodeos lingüísticos. Un buen ejemplo es el diálogo que Thomas Craven (Mel Gibson) tiene con Jedburgh (Ray Winstone) junto al rio.
Brutal, pero dosificada en un thriller cargado de incorrección política, la película parece querer decir lo que se plantea en Agente Internacional pero le falta dimensión psicológica a los personajes, así como un subtexto mejor trabajado y menos contradictorio. Sin embargo, esto es porque no se trata sólo de un thriller, también es un film de acción con un antagonista de peso, disparos por doquier y la venganza por mano propia que parte del asesinato de la hija de Craven. Si bien hay irregularidades narrativas en este sentido la película se deja ver y tiene más de una secuencia donde se ve la capacidad del director de Casino Royale para mantener la tensión, particularmente en el vertiginoso ingreso de Craven a la casa de Jack Bennett. Sin duda, una sorpresa absolutamente recomendable.