Al desierto

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

Un vínculo poco claro

Julia es empleada de un casino en Comodoro Rivadavia y hace lo imposible para sobrevivir al hastío. Un buen día, un tipo que apenas conoce le propone un trabajo y ella se engancha. Supone que por malo que sea nunca será peor que lo que está haciendo. Todo muta cuando el oscuro Gwynfor, que es quien le hace la propuesta, la secuestra y decide apropiarse del tiempo y del destino de Julia. Rosell acierta en la ambientación de la película, porque los dos protagonistas se pierden en medio del desierto patagónico y de repente los roles de víctimas y victimarios se van intercambiando. Pero no da el tono justo en el vínculo entre ambos, porque en su intención de retratarlos con deseos ambiguos y tan sufridos se le fue de las manos la tensión dramática del relato. Al caer esa tensión se tornan poco creíbles algunas situaciones, y hasta aparece forzado que Julia sienta un deseo sexual hacia su secuestrador, más allá de los casos probados de Síndrome de Estocolmo. Hay un giro de road movie y hasta un guiño al género policial, pero “Al desierto” no logra empatía a través de sus personajes, pese a las buenas intenciones del realizador. Valentina Bassi se destaca en su rol, pero su Julia hubiese tomado otro vuelo con una historia más lograda.